años, me maté trabajando en un viñedo, recogiendo uvas con mis manos destrozadas para salvar a Mateo, el hombr
lo, descubrí una escena que destrozó mi alma. Mateo no era el hombre arruinado que yo creía
o que planeaba endeudarme por un millón de euros más, solo por diversión. Me humilló públicamente, mis sueños y mi sacri
nta crueldad? La Isabella que amaba a Mateo murió allí mismo. Pero del fondo del abismo,
lado de la línea. Él me dio una segunda oportunidad, el sueño que creí perdido: ¡El Vaticano! Y no solo me rescató d