terror no terminó al despertar. Desperté encadenada en una celda de lujo, mi torturador era él: Alejandro, mi pr
talidad nocturna. Mi cuerpo, cubierto de moratones, incluso una pierna rota. Cuando mis antiguos a
ia madre me revelaba su "verdad": Alejandro creía que yo lo había traicionado y dañado su audición con mensajes crue
Madrid, buscando una nueva vida. Pero cuando Alejandro, el antes depredador, ahora destrozado y arrepentido tras su cruenta ven