img Soy el Trueque de mi Padre  /  Capítulo 2 - Nada contento. | 40.00%
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Historia

Capítulo 2 - Nada contento.

Palabras:1204    |    Actualizado en: 19/06/2025

dos con una tela. El silencio predominaba, y aunque no podía ver cuánto

n? -preguntó

ros nombres -respo

nde me

. El jefe estará feliz de verte -dijo otro, sorpr

quién podría ser

su jefe? -i

que qui

te y luego se detuvo. Todos los hombres bajaron del vehículo, y d

as -le advirtió uno de ell

etirarse brevemente la venda y acostumbrar la vista al lugar. Estaba en una celda de barrotes, completamente sola. Miró

observó detenidamente: medias negras

re es se

ecordar si había oído ese nombre o esa

e la única manera de traerte aquí

o no debería

í porque a

r que no sé quién eres. Me

u papá debió h

ampoco del tipo de de

uiera te habló de mi propu

a? No sé n

debió co

no f

eciendo a su hija como parte del trato. Es lo que me propuso: que t

esta "propuesta". Yo nunca manejo esas cosas. Así no se hac

manera de hablar contigo. El tr

un capricho o una fantasía; era una obsesión alimentada por su belleza, por lo inalcanzable. É

ngo idea de quién eres ni puedo confiar en ti. No sé siquiera s

s hasta qu

que no sería fác

i aún tuviera esto sobre los ojos y no conociera tu rostro. Cambiaría todo el trato

o tú y yo, aquí. -La voz del hombre e

la deuda de mi padre te será saldada. Solo

una forma simbólica de pagar la mitad. No era lo ideal, y no quería estar vendada, pero e

ron ambos cas

e la celda abrirse. El

ate -ordenó, su vo

tas. Sintió su mano. Luego la otra. Sus palmas recorrieron uno

untó él, mientras su aliento

la cadera de ella con firmeza. El beso fue inten

a la pared, besándola con respiraciones entrecortadas, sus labios bajando por las mejillas h

aba de besarla, ni de tocarla. Finalmente l

-dijo él, al

esto será

ejor de lo que

a mí

Eloísa hizo que

ser así. Debemos hacerlo como y

llevaré directamente a mi habita

a manera de aceptarla. Sin embargo, sin pronunciar palabra, Eloísa alzó e

abios que hablaban poco, pero decían todo. Sus ojos, oscuros y afilados como noche sin luna, parecían custodiar secretos demasiado antiguos para pronunciarse. El cabello, revuelto con descuido deliberado, se despeinaba hacia un l

o. Pero, aunque la vendara mil veces más, ya

Algunos la habían mirado con deseo, otros con miedo, unos

ta más para que Eloísa supiera que, de algún modo, ya lo había conocido antes. Como si los caminos del alma se reconocieran i

e lo prohibido sin violar su re

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