lo Ve
ra dentro de mi cabeza, desorientándome, quebrantando mi paciencia. El
ste sitio no es para mí, me siento viejo. Voy
ró y negó co
arcelo. La noch
a hora era regresar a casa y dormir. No tenía ánimo para
e lo que realmente era. Me casé joven con Samantha, una mujer de mi misma edad, pero con el tiempo sus intereses cambiaron. Se sintió atraída por hombres m
erdonarla, aferrándome a lo que quedaba de nuestro matrimonio, aunque con ello sacrificara mi orgullo. Pe
e, se largó con un tipo diez años menor que tú... y para colmo, de tu propia familia. Relájate, amigo, disfr
sugar daddy, y yo no pienso convert
justo cuando iba a hacerlo, me detuve en seco. A lo lejos, Edward alzaba s
n fuerza-. ¿No te das cuenta de que son una
ltó una c
diversión... y, míralas, están espe
, como si acabara de lleva
. Mi amigo tenía razón en algo: eran jóvenes, sí, pero también increíblemente atractivas. Y ella... en especial ella. Su r
er algo -dijo Edward con una sonrisa de triu
za insoportable. Y, para colmo, no podía quitarme de la cabeza la absurda idea de que, de alguna f
ludó la rubia con entusiasmo, señalando a su amiga,
ward con total naturalidad, mientras que Val
o único que
ento, incómodo. Era mucho menor que yo, y jamás en mi vida me había fijado en alguien con una dife
mientras Nicol se colgaba de su cuello como si fueran pareja de toda la vida. En cambio, Valeria y yo apenas habíamos int
tienes? -pregunté mientras nos
un brillo travieso e
hipnótica frente a mí, y en ese instante, mi concentración se fue al
emasiado, hasta que su al
eintiuno
ad de sentirme atraído por alguien tan joven. Así que, sin pensarlo demasiado, decidí mentir. Por fortuna,
espondí con
bebidas hicieron lo suyo, derribando cualquier barrera entre nosotros. No nos preocupamos po
aleria era abrumadora, su vitalidad, contagiosa. Se movía con una libertad que
rimo como si yo jamás hubiera existido. Durante casi un año no había encontrado razones para sonreír
mento exacto, pero de pronto, se co
muy bien con
edó los pensamientos,
leria. Tienes una
ijamente a los ojos, y ella, sin más tapujos se lanzó sobre mis labios, y me besó, m
a sig
atando. Mi cabeza latía con fuerza y los recuerdos
l darme cuenta de que n
era elegante, imp
conciencia, me giré para darme
que apenas cubría su piel desnuda. Su respiración era
una mano
monios
lla y ni siquie
maldito
la cama. Me vestí sin hacer ruido, recogí mis pertenencias y, ant
hacía, pero me pareció una for
s, crucé la pu