era prohibida en aquellas paredes de mármol blanco y cristal impecable. Catalina observaba
falta de respeto; era un mensaje clar
r mantener la compostura. Ya había llorado demasiado. Ya se h
eñor Whitaker, un hombre de rostro inexpresivo y traje oscuro. Detrás de Catalina estaba su propia representante legal, l
dó Whitaker, acomodándose en su as
arse con su habitual elegancia. Sacó su pluma estilográfica del bolsillo interior
os y condiciones, la mayoría de las cuales ya estaban previamente discutidas. Catalina había sido cla
la garganta
ha renunciado a cualquier compensación económica o participación e
levemente, sin
mujeres renunciarían a la oportunidad de quedarse con
a, clavando sus ojos
rte, Leonard. Vine a cerrarla. Qu
mentos, como si realmente necesitara revisarlos otra vez, y firmó en los espaci
empujó los papel
que tanto la irritaba, como si ella f
ahora solo "Catalina Rivas", ocupó cada línea como un acto de liberación. Cuando
io se vol
sus ojos la recorrían una vez más, como si intentara le
quien rompi
egistrados de inmediato. El divorcio
ina a
ntes de levantarse, Catalina volvió a mirar
la paz que crees que te mereces
como si no pudiera evit
Catalina. Tú eras el caos en mi vida
c
ero no cayó en el juego. Se levantó, rec
entir vivo, Leonard. Tal vez algún día lo
tras de sí sin e
la salida. A medida que avanzaba, sentía una mezcla extraña de vacío y alivio.
fresco de la ciudad la envolvió. Su teléfono v
ien? ¿Fi
scribió rá
Se ac
ba el móvil, sus pen
apenas
il. Que su salida de ese matrimo
que Catalina Rivas habí
do de allí... serí