queños alfileres de hielo. El invierno había llegado temprano ese año,
ar mientras sentía el calor rozar su rostro. A sus espaldas, los pasos firmes de Leona
ve y distante, desabrochándose el abrigo negro ante
o entre ellos en los últimos meses había sido igual: formal, frío, c
respondió ella con vo
de su vida. Catalina lo observó de reojo; incluso en su indiferencia, él seguía siendo imponente. Traje a medida, cabello oscuro perf
ueda mucho de qué hablar -bebió un sorbo, luego giró para mirarla direc
al cuerpo. No era la primera vez que él la reducía a una simple moles
sostuvo la mirada con firmeza-. Vengo
escritorio de roble y se sentó, dejando el vaso sobre el posava
e, según tú, he
anila, que colocó sobre el escritorio. Leonard lo
se extendió
o? -preguntó
do. He renunciado a cualquier reclamo económic
o que esperaba. Quizá había pensado que ella intentaría obtener una compensación, o prolo
y-. Me sorprende, debo admitirlo. Por un momen
ta, pero lo tragó con orgullo. No le
erré a la esperanza de que, algún día
bras, Catalina. Negoci
cio, con una mezcla d
tres lo que buscas
ió él con frialdad, l
u bolso, giró sobre sus tacones y caminó hacia la p
esearás aquello que desprecias h
errarse lentamente. El eco de sus palabras quedó suspendido en el aire
e todo habí
s estaba c