el taxi avanzaba lentamente entre los coches bajo el cielo gris. Observaba los edificios antiguos desde la ventanilla empañada, reconociendo las formas neogóticas que tantas
cía su hermana por teléfono, como si cambiar de continente pudiera borrar los restos de un corazón roto. Emma no estaba tan convencida. Aú
sington, adornado con una pequeña marquesina negra. Una placa discreta j
o el conductor con un a
El aire era frío, pero no cortante. Más bien húmedo, como una caricia
tro anguloso y gesto rápido. Llevaba gafas colgando del
on entusiasmo-. Justo a tiempo. Soy M
, tratando de sonar segura
aba recorriendo los pasillos de la galería, donde el aroma a óleo, madera vieja y papel envejecido le devo
, abriendo una puerta al final del pasi
uadro cubierto con una tela beige.
En la imagen, apenas discernible por la suciedad acumulada, se podía distinguir una escena de jardín, c
a subasta privada. Lo intrigante es que hay indicios de modificaciones bajo
pigmentación oscurecida, posible craquelado, zonas repintadas. El tip
lido-, Emma regresó al día siguiente a la galería. Durante horas, se dedicó a limpiar la primera capa superficial del l
para una técnica que había aprendido en Florencia, así que caminó hasta una librería especializada en
có su presencia. El aire olía a libros viejo
pigmentos del siglo XIX, escuchó
s usaban sangre de res para
o, ligeramente revuelto, la miraba con una sonrisa torcida. Tenía una c
terpretado del barroco flamenco? -respo
. No con burla, s
o encontrar gente que sepa más
s equivocados -contestó ella,
re no s
dijo, tendié
n segundo,
mm
lo E
lla, devolviéndole
el aire. Como si dos frecuencias hubieran coincidido por accidente. Él no in
eta de tapas duras que solía usar para anotar ide
oz baja, pero no
uel viejo cuadro. Solo sabía que, por primera vez en mucho tiempo, sentía
quizás, lentamente,