que le llevara el telé
a mano y el agua escurriendo por mi codo. Levanté la cabeza y dije: - Tómalo tú
fracción de segundo. Luego di
No tajante. Solo un simple "ahora no puedo". Pero en su
Caminó en silencio. Cerró la puert
la noche, dijo: - Sabes, he empezado a pensar que ya n
ada. Que soy humana. Que no soy su sirvienta. P
rme atrevido. Por haberme escogi
e, con flores. Dijo: - Aun así te amo. Inc
ritaba. Directo a su rostro. A todo pulmón.
, y su tacto me da calor. Pero no es el mismo de la vida real. Es el Vlad del que me enamoré. El del vínculo sagrado. E
ño ajeno. El vapor se eleva como si viniera de los pulmones d
sube al vagón. Yo espero. Espero que me tienda la mano. Que diga: «Va
a garganta se cierra. - Pen
cariño. Pero distante: - No. Nunca viaj
ira y desaparece. Grito algo, pero
uedé sola. Y lo más aterrador es que... siempre lo supe. Solo que no quería verlo. Me afté en el banco frente al edificio con mi mochilita: llevaba un cuaderno, un libro y la portada vieja
ella lo dijo, vendría. Es
me importaba. Miraba cada coche, cada curva. Y de pront
ba esperar... y rezar. Y yo rezaba, temblando: por favor, que e
la dijo: - Estúpida. Ahora te enfermarás. No tengo d
enía teléfono. Tuvo que ir hasta otra ciudad para poder m
nen. No porque no te amen. Sino porque no pueden. Y al escuchar su voz, me rompí. Me aferré al teléfono como a un sa
í, por favor. Me siento mal. La abuela me p
sabes, Lera... Papá se opondrá. Ya lo intentamos. Siempre h
n. Por no poder. Por no
ldición. La causa de su dolor. Ese ángel, mi madre, lloraba...
rle dolor. Jamás. Mejor me quedaba callada. Sería buena. Pa
llorar. Aunque me desangrara por dentro. Aunque me rompiera por la soled