e duró casi una semana, él
te pasaba por allí y pensó en mí. "Te gustan con canela, ¿verdad?", lo dijo tan suavemen
yo miraba sus dedos pensando: ¿de verdad está pasando es
del miedo. Sentía que si cerraba los ojos, alguien vendría a l
. Él s
de lloriquear. Ve a hacer tus deberes". Y si sacaba malas notas, simplemen
ra el Vlad que hiere. Era un niño. Pequeño. Con lo
odo se derrumbaba otra vez - pero en otra dirección. Sentía culpa.
de pequeña, de pie en la cocina, descalza, su
comer ese chocolate? ¡No
e nuevo que solo actuaba así con sus hermanas y con la abuela. Conmigo era distinto... ¿Fingía? Aun
A Kolya le compraban chocolates, caramelos, helados. Todo se le permitía. A mí.
no se levantaba de la cama por días. Vomitaba bilis negra. Mi vecina decía que era porque él era pura maldad, p
nco o diez chocolates en una hora, s
si fuera una ofrenda a un ídolo? Había muchos parientes - y todos creían qu
ordinaria. En ese "ordinaria" me ahogaba como en un charco sucio: invisible, insignificante, sobrante. Kolya, a veces, me daba un caramelo mord
a era el boleto al mundo de lo dulce. Si no tienes diagnóstico - cállate. Solía brom
odos los niños. Me invitaba a tomar té, me traía bocadillos, me defendía del desprecio. Luego vinieron los talleres: danza, bordado, coro. Clases donde los adu
condición. Yo no entendía por qué. No era agradecida. Huía, hacía escándalos,
a otro hijo. Y entendí: su amor no era verdadero. Apareció alguien "mejor" - y yo fui descartada. Por eso, cuando la abuela volvía a gritar
ncieron de que sobraba. Y
a. Yo temblaba, escondía las manos. El labio palpitaba de dolor. Migas y gota
Lento. Con deleite. Como si midiera cuánto aguantaría. No gritaba. No po
la naturaleza. Nu
harse, cerrando con llave, esperando a que la abuela saliera. Cómo me acechaba.
o comiendo algo prohibido. El tío golpeando e
familia. Fuera de ella parec
mano sobre la m
da, con esa alma de porcelana. Te aferras a la bondad porque te faltó. ¿Quién, sino yo, podría entender eso? Fui tu salvación. Sin mí... t
adecía a todos los dioses cuando al tío le iba mal, cuando lo tumbaba la enfermedad y no podía alzar el brazo. Cuando no temblaba en el s
ba mentalmente que el tío desapareciera, él de pronto se enfermaba. Se retorcía. Lo hospi
olate. ¡Era imposible comer tanto
dieta, igual caía. Y yo lo sabía - era por mí. No podía explica
, golpeaba las paredes, decía que yo era bruja. ¿Y la abuela? Solo decía: "Está enfermo. No le hagas caso." Pero yo sabía. No er
mí, como si volviera a ser niña. Sentía que con él todo estaría bien. Que su dureza era fuerza. Su frialdad, protección. Su cont
sus gritos, humillaciones, golpes. Porque ahora solo sostenía mi mano. Y si cer
.. La radio se encendió sola. Decía: "No tienes
ompían el hechizo. Pero lo que más me impactó no fue la frase - fue cómo apareció. Como si alguien la hubiera
omo si el mundo me hablara. Tal vez ya lo había vivido. ¿Déjà vu? Sabía que esas palabras son
entró - y ap
? Tonterías. Te hace da
e acuerdo. Es mentira". Y la niña en mí lloraba. Y por primera vez - no de miedo, sino de reconocimiento. Del dolo