mano al final de su espalda. Sentir el bamboleo latino de sus caderas; esas mismas que emitieron unas ráfagas de electricidad que recorrieron la mía desde mi nuca
oques y caricias. Danna asintió, buscando relajación, bromeó diciendo que parecemos pin y pon, ambos reímos, ya que de ser sincero su cabeza llega, escasamente, a la altura de mi pecho. Juraría que era tan menuda que mis manos podrían
el borde de la boca. Antes de abrir la puerta, giré a Danna dejándola frente a mí, tomé sus delicadas manos, las aprieto suavemente y b
o. Ellas que se encarguen; si deciden pelear por mí, ¡pues bien! Un poco de acción podría hacerle bien a esta tediosa oficina. No obstante, Danna no se mostró afectada por la mirada
ra Danna. Elegí uno modalidad de pareja, así podré mantenerme informado de cualquier llamada y comunicación que haga
rimero al guardar mi número con el nombre de "mi hombre" esperan
ándome, que no debo involucrarme en su vida privada, así que la r
tacones de unos diez centímetros, o tal vez un short blanco que muestre sus piernas, o incluso un enterizo con un escote audaz que no dejará nada a la imaginación. Tenía la certeza de que su maquillaje sería seductor y llamativo, resal
nando con unos pantalones negros casuales, un cinturón y zapatos a juego. Me miré al espejo satisfecho con mi apariencia, algo de perfume, Santos de Carti
ar a subir las escaleras que daban a mi cuarto, giré sobre mis talones, me serví otro trago, pero en esta ocasión seco. Tras secar el vaso subí rápido las escaleras, entré a mi ha
ña risa salió de mí al recordar cuando me preguntó si debía vestir de alguna forma en particular. Le dije que era una salida casual para conocernos un poco,
amente traslúcida, unas sandalias blancas que dejaban al descubierto casi la totalidad de sus pies, el cabello recogido con una cola en lo alto de su cabeza y muy poc
izar el ambiente, poniendo algo de música. Al llegar me permitió que le
ceramente nunca había visto unos pies así- Un torrente de saliva inundó mi boca, obligándome
das con un color rosa suave casi emulando un velo de novia y para rematar, una delicada tobillera descansaba al final de su p
-¿Podrías usar siempre sandalias o calzado abiert
lema, señor -dij
se supone que estamos en una relación, no pue
ta con detenimiento optó por una entrada de melón con jamón serrano y como plato principal conejo con una guarnición de vegetales al vapor. Yo por mi parte elegí paella madrileña y una botell
sonrojarse al escucharme parlotear tanto, debo reconocer que fue
apariencia que solo comen lechuga y comidas sin salsa ni sal, eso fue nuevo para mí. Le recomendé un postre, pero lo rechazó
nidad de entregarle el celular explicándole algunas funciones básicas, claro está, no le dije que todas las llamadas y comunicaciones por escrito también se verían reflejadas en m
lugar para ir a comprar todo lo necesario para ella. Danna, solamente, asintió con la cabeza,
rutar de ver esos lindos pies. Bastó que se probará tres vestidos cortos para elegir el adecuado, pagué, pero dejé una cuenta abierta, le hice saber a Danna que deberá comprar toda la ropa en esta tienda al
res, y claro, unas delicadas sandalias que dejaban ver sus bellos pies en plenitud. Y justo cuando pen
toy lista -sonrió
a conforme nos aproximábamos a nuestro destino. Por lo tanto, para relajarla le expliqué que debe estar calmada y que solo debe ser ella misma, en caso de tener que responder alguna pregunta personal, sea
e esconder la verdad bajo una mentira es
e las deseadas, he tenido que mentir con tal de que troncón sea liberado. Después d
a terceros. Ya para el último trayecto ella mantuvo la mano sujetada, con su rostro mirando las luces de la ciudad que se reflejaban a través de la ventana... «Tranquilo troncón, seguro que esta noche si hay acción», m
os labios, bajó la mirada hacia la
omento, por favor -p
jo de la visera del vehículo para retocarse el sutil, pero natural maquillaje, el cual l
tic nervioso me hizo subir mi párpado derecho, pero niego,
varan, cual depredador, yo estaba a punto de brincar sobre su presa. «Necesito ese movimiento sobre mi glande», pensé, tragando saliva, cerré los ojos para controlar a la bestia enjaulada dentro de mi ropa interior. Ese aroma impregnó
uno al cielo ganando la apuesta u otro al infierno perdiendo la cordura con esta bendita mujeás envidiados, ¿lista, mi cuevita?, comámono
la par que le ofrecí mi brazo, cortésmente, del cual se prendió con agrado, volteó a v