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Historia

Capítulo 4 Empieza el juego.

Palabras:2277    |    Actualizado en: 03/04/2025

mano al final de su espalda. Sentir el bamboleo latino de sus caderas; esas mismas que emitieron unas ráfagas de electricidad que recorrieron la mía desde mi nuca

oques y caricias. Danna asintió, buscando relajación, bromeó diciendo que parecemos pin y pon, ambos reímos, ya que de ser sincero su cabeza llega, escasamente, a la altura de mi pecho. Juraría que era tan menuda que mis manos podrían

el borde de la boca. Antes de abrir la puerta, giré a Danna dejándola frente a mí, tomé sus delicadas manos, las aprieto suavemente y b

o. Ellas que se encarguen; si deciden pelear por mí, ¡pues bien! Un poco de acción podría hacerle bien a esta tediosa oficina. No obstante, Danna no se mostró afectada por la mirada

ra Danna. Elegí uno modalidad de pareja, así podré mantenerme informado de cualquier llamada y comunicación que haga

rimero al guardar mi número con el nombre de "mi hombre" esperan

ándome, que no debo involucrarme en su vida privada, así que la r

tacones de unos diez centímetros, o tal vez un short blanco que muestre sus piernas, o incluso un enterizo con un escote audaz que no dejará nada a la imaginación. Tenía la certeza de que su maquillaje sería seductor y llamativo, resal

nando con unos pantalones negros casuales, un cinturón y zapatos a juego. Me miré al espejo satisfecho con mi apariencia, algo de perfume, Santos de Carti

ar a subir las escaleras que daban a mi cuarto, giré sobre mis talones, me serví otro trago, pero en esta ocasión seco. Tras secar el vaso subí rápido las escaleras, entré a mi ha

ña risa salió de mí al recordar cuando me preguntó si debía vestir de alguna forma en particular. Le dije que era una salida casual para conocernos un poco,

amente traslúcida, unas sandalias blancas que dejaban al descubierto casi la totalidad de sus pies, el cabello recogido con una cola en lo alto de su cabeza y muy poc

izar el ambiente, poniendo algo de música. Al llegar me permitió que le

ceramente nunca había visto unos pies así- Un torrente de saliva inundó mi boca, obligándome

das con un color rosa suave casi emulando un velo de novia y para rematar, una delicada tobillera descansaba al final de su p

-¿Podrías usar siempre sandalias o calzado abiert

lema, señor -dij

se supone que estamos en una relación, no pue

ta con detenimiento optó por una entrada de melón con jamón serrano y como plato principal conejo con una guarnición de vegetales al vapor. Yo por mi parte elegí paella madrileña y una botell

sonrojarse al escucharme parlotear tanto, debo reconocer que fue

apariencia que solo comen lechuga y comidas sin salsa ni sal, eso fue nuevo para mí. Le recomendé un postre, pero lo rechazó

nidad de entregarle el celular explicándole algunas funciones básicas, claro está, no le dije que todas las llamadas y comunicaciones por escrito también se verían reflejadas en m

lugar para ir a comprar todo lo necesario para ella. Danna, solamente, asintió con la cabeza,

rutar de ver esos lindos pies. Bastó que se probará tres vestidos cortos para elegir el adecuado, pagué, pero dejé una cuenta abierta, le hice saber a Danna que deberá comprar toda la ropa en esta tienda al

res, y claro, unas delicadas sandalias que dejaban ver sus bellos pies en plenitud. Y justo cuando pen

toy lista -sonrió

a conforme nos aproximábamos a nuestro destino. Por lo tanto, para relajarla le expliqué que debe estar calmada y que solo debe ser ella misma, en caso de tener que responder alguna pregunta personal, sea

e esconder la verdad bajo una mentira es

e las deseadas, he tenido que mentir con tal de que troncón sea liberado. Después d

a terceros. Ya para el último trayecto ella mantuvo la mano sujetada, con su rostro mirando las luces de la ciudad que se reflejaban a través de la ventana... «Tranquilo troncón, seguro que esta noche si hay acción», m

os labios, bajó la mirada hacia la

omento, por favor -p

jo de la visera del vehículo para retocarse el sutil, pero natural maquillaje, el cual l

tic nervioso me hizo subir mi párpado derecho, pero niego,

varan, cual depredador, yo estaba a punto de brincar sobre su presa. «Necesito ese movimiento sobre mi glande», pensé, tragando saliva, cerré los ojos para controlar a la bestia enjaulada dentro de mi ropa interior. Ese aroma impregnó

uno al cielo ganando la apuesta u otro al infierno perdiendo la cordura con esta bendita muje

ás envidiados, ¿lista, mi cuevita?, comámono

la par que le ofrecí mi brazo, cortésmente, del cual se prendió con agrado, volteó a v

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