de la realidad había hecho que apenas conciliara el sueño la noche anterior. Los ecos de la gala, las sonrisas forzadas y las palabras vacía
ero dentro de ella había una tormenta emocional que no sabía cómo calmar. Este matrimo
Las amplias paredes de la mansión la hacían sentir aún más pequeña y solitaria. El eco de sus pasos
er sentado en la mesa, hojeando el periódico como si todo fuera completamente normal. Él levantó l
con cautela mientras s
ó Alexander, sin apart
e café, intentando no parecer incómoda. Sabía que Alexander no era del tipo de persona qu
ó a decir Emma, buscando
o y lo dejó sobre la mesa a
misma calma controlada de siempre-. Na
ba que había cumplido con su parte del trato. Sabía que su relación con Alexander no estaría basada en sent
r su incomodidad mientras tomaba un sorbo de
el ceño, confundid
é te r
observando la taza que
os desconocidos en la misma casa. Sé que este matrimonio es un ac
perfecta fachada de Alexander. No era mucho, pero su expresión pareció su
. No espero que fingamos más de lo necesario, pero tampoco quiero complicar las cosas. N
emocional que sentía crecía cada día. Ella no esperaba amor, pero al menos esperaba algo de humanidad en est
nte Emma, aunque por dentr
a los que asistían juntos, y al ocasional cruce de palabras por la mañana o por la noche. A veces, ni siquiera se veían en todo el día. Alexander pasaba la
nder. Cómo siempre estaba meticulosamente arreglado, cómo el trabajo parecía consumir cada uno de sus pensamie
rdín trasero, Sophie, el ama de ll
que tal vez le gustaría saber que la señorita Rodriguez... pe
todo este caos. Decidió pasar más tiempo en los jardines de la mansión, cuidando las fl
pie junto a un rosal, una voz mas
e te gustaba
u traje. Era una de las pocas veces que lo veía fuera de las obligaciones socia
endida de que él se hubiera interesado por algo tan trivial-. Es
io entre ellos no fue incómodo, sino casi natural. Emma se preguntó si tal vez había una pequ
directamente-. Aunque no esperaba verte tan in
r sus palabras. No eran un cumplido, no realmente, p
todo, tal vez había pequeñas grietas en su armadura. Tal vez, con el tiempo, podría descubrir quién era realmente el hombre c
ad, parecía tener más capas de las que dejaba ver. Emma se prometió a sí misma que no se rendiría tan fácilmente. Tenía un año pa