éano embravecido. Yo, por supuesto, no era la excepción a esta regla no escrita de la naturaleza humana. Desde mi niñez, procuraba tener certezas y adelantarme a los hechos, como si pudiera
nticipar cada giro del camino reduciría mi exposi
da acorde de mi sinfonía vital, podría surcar sin contratiempos las aguas turbulentas de la incertidumbre. La realidad, esa ma
e unos años, con la ingenuidad propia de una joven de 19 años, creía fervientemente que sellaría mi destino junto a mi primer amor, hoy me encuentro frente al espejo de la madurez, sorprendi
abierto y cicatrizado, entiendo que muchos vínculos son como las estaciones: hermosos, intensos, pero pasajeros. He aprendido a agradecer por cada lección que estos
ligiosa, que el universo conspiraba contra la sinfonía perfectamente orquestada de mis expectativas. Cada desviación del plan, por minúscula que fuera, enviaba ondas
statua de mármol en un mundo que fluye constantemente. Esta rigidez, que yo confundía con fortaleza, era en r
o había asuntos financieros de por medio. En el laberinto de mi mente, cada decisión ajena se erigía como una variable incontrolable, una bo
o a mi mundo. Cada mañana me despertaba con una lista mental de tareas y expectativas, un guion rígido para el día que se desplegaba ante mí. La es
, como el agua que erosiona la piedra más dura, las experiencias comenzaron a moldear mi percepción. Los planes más cuidadosamente trazados se deshacían com
incado, un vals con el destino donde a veces llevamos y a veces somos llevados. Cada tropiezo, cada caída, cada desvío del camino que había imagi
de duda es una piedra preciosa en el mosaico de nuestra existencia. Por eso, estas palabras buscan ser un reconocimiento a todas esas victorias intern
atraviesa. Es comprender que nuestro verdadero poder no reside en nuestra capacidad de prever y evitar cada obstáculo, sino en nuestra resiliencia para enfrentarlos y aprender
lo inesperado. El control, esa ilusión a la que me aferraba con desesperación, se ha transformado en una danza graciosa con la incertidumbre, un baile en el