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En "Abrazando la ansiedad", la autora nos sumerge en un viaje íntimo y conmovedor a través de los laberintos de la mente ansiosa. Con una prosa evocadora y honesta, nos invita a explorar los rincones más oscuros de nuestros miedos y la lucha constante por encontrar la paz en medio del caos interno. Este libro no es solo un relato sobre la ansiedad, sino una oda a la resiliencia humana. Página tras página, la autora desentraña los hilos de sus propias experiencias, desde los agitados momentos de pánico hasta las revelaciones que la llevaron a una nueva comprensión de sí misma y del mundo que la rodea. Este libro es un faro de esperanza para cualquiera que haya luchado con la ansiedad, ofreciendo no solo consuelo, sino también herramientas prácticas y perspectivas transformadoras. Es una invitación a abrazar nuestras sombras, a soltar el control y a confiar en el misterioso flujo de la vida.
La ansiedad es una danza interna que muchos conocen, pero pocos entienden. A lo largo de la historia, más de uno ha intentado descifrar la inaudita coreografía que desprende entre un perfume caótico, hasta un aroma a supervivencia y, en ocasiones, un atisbo de belleza por los rastros que deja de aquello que ha impregnado en el alma. Quizás una de las autoras que más reflexionó sobre la mente humana, y que a lo largo de sus obras dejó pistas de su propio viaje interno, fue la escritora británica Virginia Woolf.
En su libro "La señora Dalloway", personajes como Clarissa Dalloway y Peter Walsh a menudo reflexionan sobre su paso por la vida y su propio sentido de trascendencia, lo que los hace convivir con síntomas que en la modernidad hemos bautizado como ansiedad. Una muestra es el siguiente extracto: "Tal como la nube cruza ante el sol, así cae el silencio sobre Londres, y cae sobre la menta. Los esfuerzos cesan. El tiempo ondea en el mástil. Aquí nos detenemos; aquí quedamos quietos, en pie. Rígido, sólo el esqueleto de la costumbre sostiene el caparazón humano. Que no contiene nada, se dijo Peter Walsh, y se sintió vacío, totalmente huero en su interior".
En la prosa de Woolf, el silencio no representa paz, sino que evoca el preludio de una tormenta interior, de un torbellino de emociones que hace que sus personajes se desnuden a sí mismos. El tiempo parece suspenderse y es en aquel vacío en el que la ansiedad expresa su crudeza. El hecho de que Peter se encuentre rígido, sostenido únicamente por "el esqueleto de la costumbre", es una metáfora poderosa de cómo las rutinas y convenciones sociales a menudo sirven de andamio frágil para un ser que se siente internamente desmoronado. El vacío al que hace referencia el personaje es la expresión más clara del abismo que la ansiedad abre ante nosotros cuando se anida en nuestra mente.
¿Qué queda de nosotros cuando las preguntas pasan de ayudarnos a entender el mundo a convertirse en alfileres dolorosos que sacuden nuestro propósito? Esta interrogante se clava en el corazón mismo de nuestra existencia, desgarrando el velo de certezas que tan cuidadosamente se nos ha enseñado a buscar en nuestras vidas. El punto de inflexión se halla ante nosotros cuando vemos cómo un enjambre de dudas zumban en nuestros oídos ¿Importa realmente lo que hago? ¿merezco el amor de las personas que están a mi lado? ¿podré lograr aquello que soñaba de niña? ¿realmente puedo confiar en esa persona?
A lo largo de la historia, la ansiedad ha sido representada de mil maneras, desde un personaje colorido que se obsesiona por alcanzar la tan ansiada perfección y que responde al deseo de encajar en este rompecabezas llamado sociedad, hasta un personaje con rasgos de espectro que sobresale en la obra de un artista noruego y que captura, con tonalidades verdosas y negras, la esencia misma de esa asfixia que una siente al ser perturbada por alertas constantes de escenarios que aún no han ocurrido.
"Y si..." es un mantra que se extiende en nuestro ser, un susurro insidioso que se propaga como tinta en agua clara. Este cántico de la incertidumbre se materializa en nuestra conciencia, cuál lienzo en blanco que poco a poco se tiñe de sombras y formas inquietantes. No llega sin avisar; es más bien como el eco de una campana que resuena en las profundidades de nuestra memoria, gatillado por el roce sutil de una experiencia pasada contra las cuerdas sensibles de nuestro presente.
Esa campana resuena con mucha más fuerza cuando nos encontramos en soledad, acompañados únicamente de nuestros pensamientos, que no dudan en manifestarse como si de una horda se tratara. La actitud salvaje y natural con la que reflejan su existencia nos dice que están vivas, que cada idea, por más sutil que sea, lucha por sí misma por la atención requerida.
En el silencio de la soledad, nuestros pensamientos se convierten en criaturas con vida propia, un ecosistema mental en constante ebullición. Como una selva primigenia, cada idea crece, se expande y compite por la luz de nuestra conciencia. Las más fuertes, las más insistentes, se abren paso entre la maleza de nuestra mente, alzándose como árboles centenarios que proyectan sombras sobre todo lo demás.
En el teatro de la mente, la ansiedad es una actriz versátil, capaz de interpretar cualquier papel con una intensidad abrumadora. A veces, es un susurro insidioso que se cuela entre los pliegues de la conciencia, sembrando dudas como semillas venenosas en un jardín apacible. Otras, es un grito desgarrador que resuena en las cavernas más profundas del ser, haciendo temblar los cimientos de la realidad misma. Su coreografía es impredecible, un vals vertiginoso que arrastra al bailarín reluctante por un salón de espejos distorsionados, donde cada reflejo es una posibilidad aterradora.
El nudo en la garganta, esa sensación de palabras luchando por salir, es quizás su manifestación más poética. Es como si el alma misma intentara brotar por la boca, encontrándose con un muro invisible pero implacable. Las sílabas se agolpan, se entrelazan en una maraña indescifrable, creando un tapiz de sonidos mudos que sólo el corazón angustiado puede interpretar. Este silencio forzado es un grito ahogado, un río de emociones represado por el miedo, esperando el momento de desbordarse en una catarsis liberadora.
¿Imaginas al ser humano intentando contener el caudal de un río? Esta imagen evoca la lucha titánica y, a menudo, fútil que libramos contra la fuerza implacable de la ansiedad. Como el agua que se escurre entre los dedos, la ansiedad fluye, se adapta y encuentra siempre un camino para manifestarse, burlando nuestros intentos de contención.
Quienes convivimos con esta compañera incómoda pero constante, hemos aprendido a reconocer sus señales, sutiles como el primer susurro del viento antes de la tormenta. A veces, se presenta como una intuición, un presentimiento que se arrastra por los rincones de nuestra conciencia, susurrando que algo no está bien. Es como si nuestro ser más profundo captara las vibraciones de un peligro aún invisible, preparándonos para lo que está por venir.
Otras veces, los pensamientos se desencadenan como una avalancha, o mejor dicho, como un tráfico caótico en la autopista de nuestra mente. Ideas, escenarios, posibilidades, todos compitiendo por nuestra atención, acelerando a toda velocidad. Esta cascada mental, aunque abrumadora, tiene un noble propósito: nos prepara para responder rápidamente a los riesgos, reales o imaginarios, que acechan en las sombras del futuro.
Por eso estoy convencida de que en medio de este torbellino emocional existe una belleza cruda y honesta. La ansiedad, en su aparente crueldad, actúa como un espejo implacable que nos devuelve nuestra imagen más auténtica. Con manos firmes y a veces despiadadas, nos despoja de las máscaras que hemos construido cuidadosamente, esas fachadas que presentamos al mundo en nuestra danza diaria de apariencias y expectativas.
En su abrazo inquietante, la ansiedad nos obliga a mirar de frente a nuestros miedos más profundos, esos monstruos que hemos encerrado en el armario de nuestra psique. Nos enfrenta a las verdades incómodas que preferimos ignorar, a las realidades que esquivamos en nuestra búsqueda de comodidad y seguridad. Es como si nos arrastrara a las profundidades de nuestro ser, iluminando con su luz temblorosa los rincones más oscuros de nuestra alma.
Así, en su paradójica sabiduría, la ansiedad nos ofrece una oportunidad única: la de conocernos a nosotros mismos en nuestra forma más cruda y real. Nos brinda la posibilidad de aceptar nuestra vulnerabilidad, de abrazar nuestras imperfecciones, de reconocer nuestra humanidad en toda su complejidad.
Al final, quizás la lección más valiosa que nos enseña la ansiedad es que no podemos controlar el río de la vida, pero podemos aprender a nadar en sus aguas turbulentas. Podemos aprender a fluir con sus corrientes, a navegar sus rápidos, a encontrar belleza incluso en medio de la tormenta. Y en ese proceso, nos descubrimos a nosotros mismos, más fuertes, más sabios y, paradójicamente, más en paz con la incertidumbre que es parte inherente de nuestra existencia.
Rena se acostó con Waylen una noche cuando estaba borracha. Y como ella necesitaba su ayuda mientras él se sentía atraído por su belleza juvenil, lo que se suponía que sería una aventura de una noche se convirtió en algo más. Todo iba bien hasta que Rena descubrió que el corazón de Waylen pertenecía a otra mujer. Cuando esa mujer regresó, dejó de volver a casa, dejándola sola por muchas noches. Finalmente, un día, la pobre chica recibió un cheque y unas palabras de despedida. Para sorpresa de Waylen, Rena solo sonrió y dijo: "Fue divertido mientras estuvimos juntos, Waylen. Pero espero que no nos volvamos a ver nunca más. Que tengas una buena vida". Sin embargo, por voluntad del destino, los dos se volvieron a encontrar. Al ver que Rena tenía a otro hombre a su lado, los ojos de Waylen ardieron de celos y gritó: "¿Cómo diablos lograste seguir adelante? ¡Pensé que solo me amabas a mí!". "¡Es pasado!", Rena se burló, "hay demasiados hombres en este mundo, Waylen. Además, tú fuiste quien pidió la ruptura. Ahora, si quieres salir conmigo, tendrás que hacer cola". Al día siguiente, Rena recibió un anillo de diamantes y un mensaje del banco de que alguien había transferido miles de millones a su cuenta. Waylen apareció, se arrodilló frente a ella y dijo: "¿Puedo saltarme la fila, Rena? Todavía te quiero".
Darya pasó tres años amando a Micah, adorando el suelo que pisaba. Hasta que su abandono y el abuso de su familia finalmente la despertaron a la horrible verdad: él no la ama. Nunca lo hizo, nunca lo hará. Para ella, él es un héroe, su caballero de brillante armadura. Para él, ella es una oportunista, una cazafortunas que planeó su camino en su vida. Darya acepta la dura realidad, reúne los pedazos destrozados de su dignidad, se divorcia de él, recupera su nombre real y, reclama su título como la heredera multimillonaria más joven del país. Sus caminos se vuelven a cruzar en una fiesta. Micah observa a su ex esposa cantar como un ángel, romper la pista de baile y luego frustrar a un malintencionado con una patada giratoria. Se da cuenta, con retraso, de que ella es exactamente el tipo de mujer con la que querría casarse, si tan solo se hubiera tomado la molestia de conocerla. Micah actúa con prontitud para recuperarla, pero descubre que ahora está rodeada de solteros elegibles: CEO de alto poder, bioquímico genio, cantante premiado, playboy reformado... Peor aún, deja bastante claro que ha terminado con él. Micah se prepara para una batalla cuesta arriba. Él debe demostrarle que todavía es digno de su amor antes de que ella se enamore de otra persona. Y el tiempo se está acabando.
Acusada de asesinato, la madre de Sylvia Todd fue considerada una traidora por toda la manada, condenando a Sylvia a vivir el resto de su vida sola y humillada como una humilde esclava. Lo único que quería la chica era demostrar la inocencia de su madre de alguna manera, pero el destino nunca parecía estar de su lado. A pesar de todo, Sylvia nunca perdió la esperanza. Como el futuro rey licántropo de todos los hombres lobo, Rufus Duncan poseía un gran poder y estatus, pero tenía una inexplicable reputación de ser cruel, sanguinario y despiadado. Sin que todo el mundo lo supiera, había sido maldecido hacía mucho tiempo y se veía obligado a transformarse en un monstruo asesino cada luna llena. Aunque el destino no siempre favorecía a los dos, unió a Sylvia y Rufus como pareja predestinada. ¿Se hará justicia para la madre de Sylvia? ¿Podrán ella y Rufus desafiar todas las normas sociales y permanecer juntos? ¿Tendrán estas dos almas desafortunadas un final feliz?
Janet fue adoptada cuando era niña, un sueño hecho realidad para los huérfanos. Sin embargo, su vida fue cualquier cosa menos feliz. Su madre adoptiva se burló de ella y la acosó toda su vida. La mucama que la crio le dio todo el amor y el afecto de una madre. Desafortunadamente, la anciana se enfermó gravemente y Janet tuvo que casarse con un hombre que tenía mala fama en sustitución de la hija biológica de sus padres para cubrir los gastos médicos de la criada. ¿Podría ser este un cuento de Cenicienta? Pero el hombre estaba lejos de ser un príncipe, aunque tenía un rostro atractivo. Ethan era el hijo ilegítimo de una familia rica que vivía una vida lujosa y apenas llegaba a fin de mes. Él se casó para cumplir el último deseo de su madre. Sin embargo, en su noche de bodas, tuvo el presentimiento de que su esposa era diferente a lo que había escuchado sobre ella. El destino había unido a las dos personas con profundos secretos. ¿Ethan era realmente el hombre que pensábamos que era? Sorprendentemente, tenía un extraño parecido con el impenetrable hombre más rico de la ciudad. ¿Descubriría que Janet se casó con él por su hermana? ¿Sería su matrimonio una historia romántica o un completo desastre? Siga leyendo para saber cómo se desarrolla el amor entre Janet y Ethan.
Paola Fischer vive un matrimonio aparentemente feliz hasta el día en que, al regresar a casa, encuentra a su esposo, Lucas Hotman, en la cama con su secretaria, Rose Evans. La traición la deja destrozada, y, sin saber cómo enfrentar el dolor, se marcha de su hogar. Esa noche, en un bar, conoce a un enigmático desconocido que le ofrece una compañía inesperada. Buscando escapar de su desilusión, Paola se entrega a una noche de pasión con él, dejando que el dolor de su traición se diluya en la intimidad. Al día siguiente, trata de seguir adelante, pero pronto se enfrenta a una sorpresa que cambia el curso de su vida: está embarazada, y el padre no es Lucas, sino aquel hombre al que apenas conoció.
La vida de Estelle era como un cuento de hadas, llena de amor y promesas. Sin embargo, la tragedia llegó el día de su boda. El padre de Estelle y los padres de Cristofer estuvieron involucrados en un accidente automovilístico que les quitó la vida al instante. La pérdida fue devastadora para Cristofer, lo que lo hizo caer en una profunda tristeza y enojo hacia Estelle. Una tragedia tras otra, Estelle se encuentra luchando contra el cáncer, la desilusión y el engaño. En un mundo donde todo parece perdido, Estelle debe profundizar para encontrar la fuerza para luchar por lo que más ama. **** La voz magnética pero fría de Cristofer sacó a Estelle de su ensueño: "¡Firma el papel de divorcio ahora!". Estelle se recostó, se sentó y preguntó: "¿Bebiste?". "No es asunto tuyo." "Beber es malo para el estómago". "Necesito beber para no sentir asco al tener sexo contigo". "¿No podías esperar para divorciarte de mí?" Su voz sonaba débil. Ella le dio la espalda cuando el humo casi la sofocó, y comenzó a toser de nuevo. "Sabes eso, ¿verdad?" Cristofer respiró deliberadamente una bocanada de humo en su dirección y se sintió inexplicablemente satisfecho al verla toser y temblar.