ón con su ritmo pausado. Un mensaje en el celular fue suficiente para interrumpir la peculiar sinfonía matutina. Mis dedos, súbitamente inquietos, se entrelazaban nerviosamente mientras sentí
cercano traicionar mi confianza de esa manera? La habitación, antes un refugio, parecía cerrarse a mi alr
edad amenazaba con engullirme por completo. Fue entonces cuando, casi por instinto, mis manos temblorosas alcanzaron mi cuaderno y mi lapicero.
minutos, dejando tras de sí un cansancio familiar y una calma precaria. "Cada vez tarda menos", pensé, una victoria agridulce en este baile sin fin contra mi propia mente. Mientras la claridad del día naciente se infiltraba
uta el caos interno en palabras tangibles. Poner en el papel las profundidades de tu cerebro es como tender un puente sobre el abismo de la incertidumbre
s, pienso en cómo las palabras me han ayudado a darle orden al tejido de mis pensamientos. Gracias a la escritura he podi
s como capturar a un monstruo en una jaula de palabras, donde puedo observarlo, estudiarlo y, eventualmente, domesticarlo. Hasta antes de sumergirme en la terapia, desconocía el poder transformador del "j
arles forma. Si la ansiedad hace que tu voz se vea interrumpida ¿por qué no hacemos que las palabras hablen por nosotros? La es
guimos vivos. Muchas veces esto se debe al resultado de un evento traumático, conocemos el efecto que causará en nuestro entorno. Otras veces, surgen de la carencia de herramientas que nos permitan navegar el turbulento proceso de adaptación con mayor destreza. Y en ocasiones, nos enfrentamos a
s, sino para relacionarnos con el mundo que nos rodea y, al mismo tiempo, calmar el caos que ruge en nuestro interior. Es un puente entre nuestro yo interno y el u
co que no conoce fronteras de espacio ni se somete a los dictados de un estilo predeterminado. En este reino de
dad de mis palabras, podía permitirme omitir, aunque fuera por un precioso instante, el eco persistente de aquellas voces externas. Voces que, con
o un río, llevándose consigo fragmentos de mi ansiedad, purificando mi mente en su corriente. Descubrí que al pla
icar los callejones sin salida de la rumia y los círculos viciosos de la preocupación excesiva. Con el tiempo, aprendí a reconocer los p
xcavando recuerdos enterrados, enfrentando miedos largamente evitados. A veces, lo que emergía era caótico, un torrente de conciencia que desafiaba toda l
a libre me enseñó a abrazar el desorden de mis pensamientos, a ver la belleza en lo incompleto, en lo contradictorio. Esta aceptación se extendi
lness. Aprendí a observar mis pensamientos mientras los escribía, a distanciarme lo suficiente para verlos con cierta objetiv
lo una persona luchando contra la ansiedad; era un ser humano multifacético, con miedos y esperanzas, fortalezas y vulner
gían una y otra vez. Estos descubrimientos se convirtieron en puertas hacia una comprensión más profunda de mí
ían echado raíces en mi mente. Cada sesión de escritura era una oportunidad de desafiar los pensamientos distorsionados, de cues
stil e incomprensible. Con cada palabra escrita, he aprendido a discernir entre los escenarios de miedo ficticios que mi mente ansiosa conjura y las amenazas reales que requieren mi atención. Y es que
emente al dolor, es crucial recordar que existe otra probabilidad igual de válida. Esa posibilidad de que el vínculo emocional que temes forjar pueda sumarte tanto personal como espiritualmente, enrique
al del ser humano: vivir plenamente. Nos encerramos en una jaula de "y si..." y "pero...", observando el mundo a través de los barrotes de nuestros miedos. Sin embargo, cada palabra que escribo, cada pe
verso de posibilidades que es la vida, tengo el poder de ser la autora de mi propia historia. Y aunque el camino sea incierto y a veces aterrador, cada palabra escrita es un paso más en este v