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Historia

Capítulo 4 Sangre de Dios

Palabras:1254    |    Actualizado en: 15/05/2024

a, me observa y me pregunta

tar con claridad, y ella me impulso en hacer silencio

arto que estaba del vacío de su existencia. El soni

s del rey tenían algo que arrancaban la paciencia del joven. La mañana comenzaba a filtrarse entre las espesas cortinas, un bo

fueron consumidas en solo observar a su hijo dormido. La lira pronuncia una nota cada tantos minutos, sonaba cómo un eco de pensamientos desnudos

su madre aun ahí observando; el silencio se hizo entre

dre, pero todo lo que hice fue para qu

s, el silencio era parte de su carne. L

spíritu lastime tu inocencia. No existe en mí algo que pueda darte para sanar tus heridas, perdona mi sinceridad y muchos

rda el corazón -Te libraré de este mundo... pero dime ¿Quién es el h

cles tu

nunca fue de él. Lágrimas de sangre caen de sus ojos quemados por la luz del rayo. Con la lira de su madre corrió sin poder verla, sus ojos solo podían detectar sombras que parecían señalar c

las ropas apenas podían contener el fuerte viento que lo rodeaba. Télefo no podía comprender lo que sucedía en su cuerpo, pero de alguna manera podía ver al ladrón. Sus ojos no muestran nada, pero sus oídos le muestran aún más de lo que nadie pudo ver. Podía sentir el correr de la sangre a través de las venas, el calor de cada centímetro de todo lo que lo rodea. No hubo nada que pueda calmar la ira, el joven corrió a tal veloci

cada sonido, cada latido y su cuerpo podía sentir el calor y el frío de cosas que estaban a cient

n su pecho de ver morir a su madre, lo hizo correr y correr alejá

en un baldío de oscuros árboles y el canto sordo de los búhos. La primera de mucha

extraño y su cuerpo no presentaba síntomas de muerte. Un cuerpo que no siente hambre, que no siente sed. Su cu

ntir cada vibración del sonido, ahora él podía representar la real

la luna, al bosque y también representar el sonido del agua en un arroyo cercan

incluso los animales hicieron sus madrigueras entre su cuerpo. Los años pasaron y el sonido de la lira decoró el bosque con un

r a las calles de alguna ciudad, para así conseguir cuerdas y volver a tocar las melodías que por años elevaron su espíritu. El héroe levanta su cuerpo de aquel lugar, arrancando las raíces que lo abrazan, plantas que lo decoran y la tierra

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