ITU
gustar de la soledad, nacido en el sur de Brasil, salió de la ciudad fría tan pronto como terminó la universidad con el sueño de invertir en sí mismo y fue tras ese sueño para hacerlo realidad, trabajando, superándose. necesidades pasajeras hasta que el inmenso imperio tomó la forma que ahora tiene; optó por pelear solo porque al principio sufrió muchos engaños, pero ese tiempo había pasado, ahora era un gran magnate en la ciudad de São Paulo, conocido y respetado dentro del sector empresarial, un hombre de cincuenta años. , rico y humilde, trataba a las personas
moría antes de la vejez, ya tenía preparado todo sobre cómo sería cuidado, estaba No era
ño, repasando en su mente todo el trabajo del día, prendiendo la enorme televisión que tenía en el panel frente a la bañera, la hora del baño era para relajarse, puso música de relajación y cerró los ojos tratando de vaciar sus ojos de pensamientos, así que trató de mantener la cordura aún llevando una ca
n ignorarlo, pero eso permaneció, miró desde arriba, Vilma, su ama de llaves tratando de calmar a todos, pero era claro que ella t
cupado, esperando a que
grimas tratando de contener la emoción, pero s
algo para calmar a Vilma, tratando de adivinar qué le había pasad
poco a poco se fue calmando, todos los demás se quedaron ahí, todos tenían cara d
jo con voz tembloro
ían reunido allí para jugarle una mala pasada, no entendía la razón de eso y ya se imaginaba que algún payaso en internet, que era la forma en que se referí
lma- dijo- ¿Qu
taba viendo, entró rápidamente con sus padres en mente y muriendo por saber la inmensidad del evento, llamando directo a las fuentes reales mientras dejaba que sus empleados lo siguieran a través del periódico, en la enorme televisión que casi nunca usado. Encargó
se fue, porque su dinero compró la información. No era el único que estaba así, la desesperación se apoderó de muchos, el gran movimiento estaba en todo el país, todo un país estaba sin rumbo y asustado por el miedo, los religiosos decían que era el fin del mundo, pero nadie, pero nadie admitió