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-Cállate niña- dijo el hombre en su oído mientras la sometía. Maryam jamás había estado con un hombre ni tenía pensamiento de estarlo, se sentía demasiado joven y jamás tuvo un novio, o sintió una atracción lo suficientemente grande por alguien como para plantearse la opción de estar con él de una forma íntima. Darius III, el Rey es drogado y termina en una habitación con Maryam, una de las sirvientas del palacio. A la mañana siguiente él abandona la habitación pronto, incapaz de hablar de lo sucedido y sin tiempo para hacerlo, lo que provoca que su hermana se haga pasar por ella y terminé viviendo una vida de lujos mientras Maryam vive en la pobreza con sus cuatro hijos. Cinco años después Darius y Maryam vuelven a coincidir. ¿Que pasará cuando descubra que el Rey es el padre de su hijo? ¿Puede el amor perdonar cualquier cosa?
Maryam sabía que tras acabar de limpiar los pasillos del área de invitados de palacio, su faena habría terminado una hora antes por ese día y ya estaría hecho todo el trabajo que le tocaba.
No era que deseara marcharse una hora antes de tiempo, su única motivación era ayudar a Sahira con su trabajo y es que su hermana mayor siempre tenía faena atrasada y Maryam no tenía corazón para acabar y dejarla sola con todo, era mejor poder terminar a la hora y marcharse las dos juntas a casa, además, de noche ninguna joven debería tener que caminar sola por ahí, o eso les decía su madre.
- Vayan siempre juntas niñas y no confíen en los hombres, solo buscan una cosa de las mujeres y si pueden arrebatársela con facilidad, luego perderán su valor y no podrán tener un buen marido, tal y como les corresponde - luego le sonreía y se dirigía especialmente a ella - sobre todo a ti mi hermosa Maryam, tú conseguirás un marido rico que nos saque de esta pobreza.
Pero a Maryam eso no le interesaba, ella no creía que debiera preocuparse todavía de eso, quizás un poco más adelante, tal vez con ese joven soldado que la pretendía. Parecía bueno y la trataba muy bien, pero su madre siempre insistía que necesitaba algo superior a él y que ella era la esperanza de la familia.
La joven negó, tratando de no pensar más en las palabras de su madre, metiendo nuevamente el paño mojado en el balde de agua, pero ya no pudo volver a sacarlo, porque una mano presionó su boca tapándola para que no gritara y un brazo la rodeó por cintura, pegándola a un cuerpo fuerte y atlético el cual no tuvo ningún problema en arrastrarla a una habitación a oscuras a pesar de que ella se removiera y pataleara para intentar escapar.
- Cállate mujer - gruñó el hombre en su oído mientras la sometía, haciéndole sentir más miedo todavía con el roce caliente de ese aliento desconocido sobre su piel.
Maryam jamás había estado con un hombre, ni tenía pensamiento de estarlo hasta el día de su boda. Se sentía demasiado joven todavía. Asad le gustaba y tal vez se plantearía en un futuro todavía lejano el ser su novia, pero lo cierto era que nunca sintió una atracción lo suficientemente grande por alguien como para plantearse la opción de estar con él de una forma íntima.
Por eso no estaba preparada para lo que sucedió tras ser arrastrada de esa forma sin que fuera capaz de evitarlo, mientras era despojada de su ropa, la cual era arrancada de su cuerpo sin ningún tipo de delicadeza.
Tampoco lo estaria para perder su virtud en una habitación a oscuras, con un desconocido que tomó de ella todo lo que quiso, sin importarle lo que deseaba, solo consumido por su lujuria, arrastrándola con él, haciéndola consumirse en un deseo que disfrutó y la hizo sentirse todavía más culpable por las reacciones de su cuerpo, por ser incapaz de no desearlo y de no poder evitar sentir un placer que solo la hacia sentirse avergonzada e indigna consigo misma.
Al ser tomada por un desconocido que ignoró sus súplicas y su miedo, a quien le dio igual si quería o no, que llorara o que gritara y simplemente se preocupó de saciar sus propios deseos, sirviéndose del frágil cuerpo de una joven sirvienta como ella incapaz de hacer algo para defenderse. Porque con la gente poderosa de palacio solo le tocaba a la servidumbre callar y aceptar, esperando que todo pasará pronto y rezar para que no volviera a repetirse.
Darius III, el rey de aquel lejano país, se despertó con un terrible dolor de cabeza junto a un montón de imágenes inconexas entre sí que parecían no tener sentido, él con una mujer a la cual había encontrado caminando por el pasillo, parecía un sueño que no lograba entender del todo.
La noche anterior su cuerpo ardía en deseo, eso sí lo recordaba, un deseo que se volvió doloroso e hizo que todo se empezara a ver borroso, que se desdoblara de un modo que no lograba comprender y no fuera capaz de controlarse. Un deseo lujurioso que calmó en el cuerpo de la primera sirvienta que encontró. Al fin y al cabo era el rey y todo lo que había en su reino le pertenecía, incluidas las personas.
Miró a su lado, encontrando una espalda desnuda y llena de las marcas de su noche de pasión, el cabello de la chica caía en cascada sobre la almohada haciendo que se sintiera culpable al ver que aquello había sido real, aun así se recordó de nuevo quién era y que todo lo que había en su reino le pertenecía.
Repasó la curva de la cintura de la joven que al estar de lado se volvía vertiginosa, quiso tocarla, pero no se atrevió, estaba avergonzado de lo ocurrido, aunque jamás lo reconocería, porque un rey nunca se equivoca. Subió hasta llegar a esas dos nalgas casi perfectas y entonces lo vio, las manchas de sangre en las sábanas blancas, sangre que era de la joven y le dejaba muy clara la magnitud de lo ocurrido.
- Mierda...- gruñó malhumorado - era virgen.
Ser rey tenía esas cosas, a veces los enemigos atacaban de las formas más inesperadas, maldita sea ¿Quién debió drogarlo?
Tapó el cuerpo desnudo de la joven sintiendo crecer su culpa y se levantó con cuidado de la cama, pero no tenía manera de disculparse, tampoco debía hacerlo o eso le habían enseñado, para estar en el poder no se debe mostrar vulnerabilidad jamás, más si ella se encontraba durmiendo, por lo que se sacó del dedo el anillo que le había heredado de su padre y que demostraba quién era él, el sello real, y lo posó sobre la mesita de noche, al lado de la joven, no era el momento, debía atender asuntos más urgentes que ese.
Tenía que irse, y encontrar al culpable o culpables de lo que había ocurrido esa noche, un atentado contra su persona no podía quedar así. También tenía que atender sus obligaciones y los problemas más importantes de su país. Luego volvería o enviará a alguien por la joven, después de arrancarle la virtud no podía dejarla desamparada, ya madre la consideraría como posible esposa, así que era su obligación cuidar de ella, con su anillo sería fácil encontrarla y la compensaría por lo ocurrido.
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