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Encontrar el trabajo de su sueño era la meta de Adriana, pero lidiar con un jefe tan prepotente no estaba en sus planes aunque el destino le tenía una última jugada a ambos. No se puede escapar de los lazos del amor porque estos tarde o temprano te atrapan. Adriana deberá aprender a convivir con Armando y Armando deberá aceptar sus sentimientos por Adriana antes de que sea demasiado tarde. Dos alma a los que el destino le ha brindado una segunda oportunidad.
De: Adriana Gómez
Para: Maritza Reyes
Asunto: ¡No soporto a mi jefe!
Hoy está más irritante que nunca, ya no lo soporto, ¿si viera la cantidad de documentos que me dio a revisar? Hoy más que nunca me he dado cuenta de que me odia, si no estuviera tan bueno, le hubiera pateado las pelotas.
De: Maritza Reyes
Para: Adriana Gómez
Asunto: ¡No lo mates!
No puedo creer lo que me dices si desde aquí puedo ver como babeas por él cada vez que se te acerca o pasa en frente de ti. Además, no es secreto para nadie en esta empresa de Que ese odio que ambos sienten por el otro, no es más que una tapadera para esconder las ganas que se traen.
PD: Sé que quiere que te dé contra el escritorio.
No pude evitar estallar en carcajadas al leer el final del mensaje. Maritza es mi mejor amiga y confidente, desde que entre a trabajar a la empresa de Marketing West, ella se convirtió en alguien muy especial para mí.
Desde hace unas semanas, empezamos a enviarnos mensajes por correo, esta era la única forma de comunicarnos mientras trabajamos pese a que nuestra oficinas están una frente a la otra, pero esta era la manera más segura para despellejar a nuestros jefes a sus espaldas, a diferencia de que el Señor Sandoval, es un amor de persona, cosa contraria a mi jefe, que es un capullo arrogante, pero malditamente guapo. Tiene un cuerpo creado por los mismos dioses y un rostro tallado por los mismos ángeles.
Un fuerte ruido me hace saltar del susto y mis pensamientos se van al carajo al levantar la vista y ver a mi jefe de pies junto a mi escritorio. Entre abro la boca, mi lengua humedece mis labios y mis ojos recorren su cuerpo de arriba abajo, deteniéndose en ese lugar donde el pantalón se le marca demasiado. Me muerdo los labios inconscientemente mientras mi mete reproduce a mil por segundo varios escenarios no apto para cardíacos.
-¿He pasado la inspección señorita Gómez? -me levanto de un salto ante su imponente voz.
-Señor, yo... -trato de hablar, pero parece que mi voz se ha ido de vacaciones y no puedo evitar ponerme nerviosa ante su acusadora mirada.
-Aparte de incompetente, también es acosadora -dice-. Esa cualidad no figuraba en su curriculum porque de ser así, no la hubiera contratado -el veneno en su voz es notorio y no es para menos.
-No es lo que parece Señor West.
-No es lo que parece, Entonces, ¿cómo le llama usted a esa forma de mirarme? -sus cejas están fruncidas un claro ejemplo de que está irritado.
-Discúlpeme -le expreso temblorosa si saber que más decirle.
-Ahórrese sus disculpas -escupe con enojo-. Necesito que lleve a mi oficina los documentos a firma de la nueva adquisición.
-Si señor.
-Dese prisa -dice y sale de mi oficina dando un portazo. Caigo sentada en el asiento y respiro profundo, ¿qué acaba de pasar? Me pregunto, debí verme como una idiota. Debo controlarme, no puedo perder mi trabajo por estar imaginando a mi jefe desnudo.
La puerta de mi oficina es abierta de repente y una agitada Maritza ingresa como un torbellino. Se sienta frente a mí y empieza a reírse como loca.
-¿Qué diablo fue eso? -pregunta entre risa.
-No lo sé -le respondo aún asimilando lo de hace unos minutos.
-Todos vimos como te le quedaste mirando y también vimos el portazo que dio al salir -gruño de rabia al escuchar eso. Algo que no me gusta de esta empresa es exactamente eso, que todas las oficinas son de cristal a excepción de las oficinas de los ejecutivos.
-Se enojó porque me quede Mirándolo como pervertida -le confieso.
-Es que no disimulas -se burla, Maritza-. La baba se te cae cada vez que lo miras.
-¡Lo sé joder! -exclamo- Y me odio por eso.
-Debe controlarte. Es cierto que está bien bueno, pero debe tener cuidado, tu osadía puede costarte tu empleo -me aconseja-. Manten esos sentimientos a rayas.
-Créeme que lo haré -digo colocándome de pies-. Bueno, debo llevarle estos documentos -le enseño los paquetes de folder-. ¿Me esperas aquí?
-Sí claro. Vete antes que se enoje más.
-No digas eso, que siempre termino empeorándolo más -le digo y salgo de mi oficina.
Camino a pasos lento hacia la oficina de mi jefe llevando abrazado a mi pecho la pila de documentos. Al llegar a su oficina, respiro profundo y me armo de valor. Cuando estoy a punto de tocar, una rubia abre la puerta y pasa por mi lado. Me quedo mirándola con el ceño fruncido. Lleva un corto vestido negro ceñido al cuerpo, unos tacones rojos y el pelo lo lleva recogido en una coleta. Al verla no puedo evitar sentirme un poco decepcionada, ¿será la novia o una querida del jefe? Siento mi corazón saltar en mi pecho ante tal pensamiento, pero descarto cualquier signo de celos que amenazan por salir a la superficie, ya que no tengo porqué sentir celos por un hombre que me detesta.
-¿Se quedará parada ahí o vas a terminar de entrar? -la voz de mi jefe retumba en mis oídos esfumando cualquier idea absurda que me estaba creando. Ingreso trastrabillando a la oficina cerrando la puerta detrás de mí- ¿Trajo lo que le pedí? -pregunta con su voz de señor mandón al verme parada frente a su escritorio.
-Sí, aquí están -respondo, dejándole frente a él la pila de documentos. Me quedo de pies esperando cualquier pedido. Él empieza a hojear los documentos y a firmar. Aprovecho que está concentrado y lo observo con más detenimiento. Me quedo embelesada al observar sus facciones y me cuesta creer que un hombre tan atractivo, de cara y cuerpo envidiable, y con unos ojos cafés hermosos, tenga un mal genio tan grande. Es como un lobo disfrazado de oveja, después de todo, dicen que las apariencias engañan y en este caso, esa cita encaja a la perfección con él.
Lo escucho gruñir y maldecir por los bajos. Su quijada se endurece y sus cejas se nublan, una clara advertencia de que algo anda mal, y es en este momento cuando mis nervios se disparan. Empiezo a rezarle a todos los santos existentes a que no permitan que me degüelle si encuentra algún error. Sus faciones se endurecen más y armándome de valor doy un paso más cerca de él.
-¿Está todo bien señor? -le pregunto nerviosa. Alza la mirada y se queda viéndome unos segundos para luego bajarla nuevamente. Ante esa acción, mi mente empieza a insultarlo de mil maneras.
Observo como organiza los documentos en el orden en el que estaban y me lo entrega. Sus ojos se clavan en los mío y una escasa sonrisa aparece en su rostro.
-De todo el tiempo que tiene trabajando aquí, por fin ha hecho algo bien -dice y puedo leer la burla en sus ojos-. Buen trabajo, Señorita Gómez.
-Yo siempre hago las cosas bien, Señor West -respondo-. Es a usted que nada de lo que hago le agrada -le ataco al tiempo que me reprocho por tal atrevimiento.
-¿Qué has dicho? -se levanta de su asiento haciendo que de unos pasos hacia atrás cuando su imponente figura se alza frente a mí.
-¿No escuchó? -me hago la tonta- Dije, que muchas gracias por el cumplido -le miento.
-Estoy seguro de que si se esforzara un poquito más, podría postularse para el puesto de presidente del área de publicidad -dice cruzándose de brazo.
-¿De verdad? -cuestiono con emoción.
-En verdad no -se burla-. Aún le falta más refinamientos.
-Cabrón -le insulto sin poder evitarlo. Mi pulso se acelera al verlo sonreír. La he liado, ya veo mi carta de cancelación sobre mi escritorio.
-¿Cree que soy un cabrón? -da varios pasos en mi dirección y ya me imagino la cita en la lápida de mi tumba "murió por insultar a su jefe, descansa en paz Adriana Gómez".
-No quise decir eso señor -me defiendo.
-No quiso decirlo, pero lo dijo -su figura se detiene frente a mí, puedo sentir su respiración chocar con mi rostro y mi corazón amenaza con salirse de mi pecho-. Le he pasado por alto muchas cosas. No me obligue a convertirme en un verdadero cabrón, Señorita Gómez -estamos ta cerca que su nariz roza con la mía. Estoy segura de que si alzo un poco el rostro puedo rozar sus labios-. Será mejor que salga de mi oficina ahora -no espero un segundo y doy la media vuelta para salir de allí, pero antes de abrir la puerta su voz me detiene- y recuerde que esta noche es la gala para la recaudación de fondo del orfanato y usted me va a acompañar. Espero que pueda ponerse a mi altura.
-¡Qué! -exclamo con rabia- Ni siquiera me ha preguntado si quiero acompañarlo -lo enfrento- y esta noche tengo planes, así que, búsquese otra acompañante.
-Me importan muy poco sus planes -dice como si nada-. En tres horas pasaré a recogerla y más le vale, que no me deje esperándola.
-Es usted un despreciable -le acuso enojada, ¿cómo se atreve? ¿qué se cree este hombre?
-Me han dicho mucho esa palabra. Es como un cumplido para mí -salgo hecha furia de su oficina con la imagen de una sonrisa victoriosa plasmada en su rostro.
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