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Me terminé metiendo en la vida de dos mafiosos contra mi propia voluntad, de todos los pensamientos que pasaban por la mente de esta chica soñadora no estaba terminar involucrada en crímenes y mucho menos siendo cómplice de ellos. Soy Leila y soy una pequeña mafiosa, la palabra "Limite" desde que los conocí perdió el significado.
Le doy un fuerte golpe a la maldita puerta tras salir furiosa, no entiendo quien cree que es para venir a hablarme de esas maneras y amenazarme como si fuera mi dueño. Ni en esta vida, ni en la que sigue, no existe hombre que pueda controlar mi vida y Bastián a pesar de que tenga los rasgos parecidos a un dios no será la excepción.
Siento como me sujetan del brazo, me detengo en seco y volteo medio cuerpo para encontrarme con la furia reflejada en su perfecto rostro. bufa como pocas veces lo e visto. Entiendo enseguida que esta vez su molestia es verdadera, Bastián no es el tipo de hombre que te gusta ver enojado, ya que de por si tiene una mirada fuerte y su rudeza se ve desde que te paras frente a él.
-No me pongas a prueba Leila, harás que comience una guerra solo por tus juegos -levanta un poco la voz en ese tono autoritario que acostumbra a hablar.
-No eres mi dueño Bastián, creo que te confundiste en el momento que decidí aceptar una noche contigo y -lo miro desafiante, con un toque de picardía y suelto una pequeña sonrisa que le hace fruncir el ceño-. Si tu ahora sientes más por mí, bueno ante eso no tengo mucho que hacer.
-¿Crees que podría enamorarme de una mujer como tu? -se desdibuja la sonrisa que llevo sobre los labios, el me toma por las muñecas y me pega contra la pared-. Te estas confundiendo, no te quiero cerca de Milán por razones completamente distintas a las que están pasando por tu mente y después de todo si quieres ser una mujer fácil ese no es mi asunto.
Presiono mis labios con fuerza, trato de contener mis fuertes deseos por abofetearlo y es que eso sería algo fuera de lo común para él. Bastián está acostumbrado a tener el control sobre todo, está acostumbrado a que las mujeres sigan sus reglas y agachen la cabeza cuando el así lo decide.
Mi sangre esta hirviendo y no logro controlar mis acciones, le doy una bofetada que resuena en el gran pasillo de la mansión. Tomo el cuello de su camisa blanca esta vez soy yo quien lo pega contra la pared y mis labios quedan cerca de su cuello, olfateo su delicioso perfume.
Por momentos al sentirlo así quiero olvidarlo todo y besarlo con esa furia que solo ambos sabemos expresar, pero me contengo por que en estos momentos acaba de herir mi orgullo. Nadie nunca me va a llamar fácil, mucho menos por hacer lo que a mi cuerpo le viene en gana y si quiero follar con veinte tipos al mismo tiempo, lo haré sin pensarlo.
-Si me vuelves a dar otra bofetada Leila -dice entre rugidos en un tono amenazante.
¿Qué harás Bastián? pregunto en mi mente, pero sin dudarlo estampo mi mano contra su mejilla y le demuestro que no tengo ningún miedo de las consecuencias.
-Te lo advertí -gruñe tomando su mejilla.
Me jala por la muñeca, siento como mi cuerpo se pega al suyo duro como una roca y enlaza sus dedos a mi cabello. Abro un poco mis labios y solo sale el aire caliente, me está mirando tan profundo que siento como si pudiera ver a través de sus ojos azules.
-Puedes ir quitando tus manos de ella -escuchó la sexy voz detrás de nosotros y al apenas voltear medio rostro me encuentro con Milán.
-No tienes derecho a entrar a mi casa -sin soltarme me jala y me coloca detrás de él-. Cuando pasa por esa puerta Milán, no tienes derecho de decirme que puedo o no puedo hacer con ella.
-No te la mereces, por esa simple razón no voy a dejarla en tus manos -se para frente a él y lo toma por la camisa-. Bastián, mejor aparta por que me la voy a llevar de este lugar.
Se quita sus manos de encima y entonces me suelta, da media vuelta, me topo con su mirada suplicante. ¿Me llamó hace un rato fácil y ahora me ruega con la mirada que me quede con él? Estoy en medio de un fuerte aprieto, por que se a la perfección que si me voy ahora con Milán el corazón de Bastián se volverá duro.
-Que sea ella quien lo decida, quiero que sea ella quien me mire a los ojos y me diga que prefiere irse contigo.
Milán pasa por su lado y se me para enfrente, sus ojos verdosos están cristalizados. Una vez más no se que debo hacer por que en realidad no quiero lastimar a ninguno de los dos, Bastián por su parte siempre se muestra tajante y frío, es todo lo contrario a Milán. A pesar de que ambos se dedican a lo mismo, que ambos son capaces de destruir todo lo que tocan y que incluso serían capaces de destruir todo lo que los rodea.
Milán siempre se muestra como un chico dulce, que si se enamora es capaz de bajarle la luna y las estrellas a la persona que tiene a su lado. Siempre tiene en cuenta lo que tu quieres, siempre es detallista y todo un caballero lo cual de primeras hace que pongas tu atención en él.
Bastián es todo lo contrario, a pesar de ser un chico super sexy que puede hacer que se te mojen las bragas en cuestión de minutos y que quieras gemir su nombre con tan solo tener sus labios cerca, es un chico con el cual ni siquiera se puede tener una conversación sin salir discutiendo. Es un cabezota, que siempre quiere llevar la razón y que si alguna vez lo ves reír de verdad es que tienes suerte.
Son polos totalmente opuestos, ¿Qué puedo decir en mi defensa? Nada, por que ambos me ponen cachondisima. Me gustan ambos y es por eso que no se que hacer ante esta situación, aun que me toca pensar rápido que hacer.
-Milán -susurro de manera suave y le toco la mejilla-. No puedo irme ahora, se que vas a entenderlo...
-No, no puedo entenderlo, por que sigues eligiendo permanecer al lado de un hombre que todo el tiempo te deja por los suelos -gruñe con las lágrimas a punto de caer por sus mejillas-. No te valora, no te cuida y lo que es aún más absurdo es que dice no amarte, ¿Entonces que eres para un hombre como él?
¿Qué puedo decir ante su razonamiento? Ni una sola palabra por que es que, hace momentos atrás me dijo claramente que no soy una mujer de la que se enamoraría. Quiero decir que me valoro como debería pero, la realidad es que me estoy arrastrando por Bastián más de lo que me debería permitir.
-¿Por qué no dejas de intentar meterle cosas en la cabeza? Eres muy mal perdedor Milán, hay que saber aceptar cuando una mujer no quiere lo mismo contigo que conmigo -sonríe con ese sarcasmo.
Veo como Milán me mira por un momento con decepción y se da la vuelta para irse, me siento furiosa por que pese a todo Bastián no deja de ofenderme. No solo por que me haya dicho fácil, sino que ahora también habla de cosas que no sabe y cree que me tiene como él varias veces me dijo que me tendría, enamorada.
Me armo de valor y doy un paso adelante, le tomo la mano a Milán que rápidamente me mira. No puedo dejar mi orgullo a un lado, por mucho que me guste Bastián no puedo permitir que me trate como quiera, por que se que me merezco mucho más que tener el buen sexo de una noche.
-¿Qué piensas que haces Leila? -veo como su rostro se vuelve perplejo y obligo a que Milán se detenga junto a mi, para mirar a Bastián por unos momentos.
-Dijiste hace un rato que no soy el tipo de mujer de la que te enamorarías, sin embargo Bastián yo soy el tipo de mujer que busca enamorarse y no voy a enamorarme de alguien que no esté dispuesto a darme la mitad de lo que doy yo -dibujo una media sonrisa al ver como separa sus labios titubeantes-. No creo que de tu boca vaya a salir un te amo, por lo tanto no te molestes en decir nada.
El pecho de Milán se infló ante mi respuesta, una sonrisa que le remarcaba los hoyuelos llamó mi atención y justo cuando estábamos a punto de pasar la puerta escucho el carraspeo.
-Pasa esa puerta Leila y te juro que haré que te arrepientas cada día de tu vida -giré medio rostro relamiendo mis labios.
-Creo que aún no entiendes, tus amenazas no funcionan en una mujer como yo -respiro hondo al volver la mirada al frente y vuelvo a mirar a Milán.
-Verás como no solo son amenazas -gruñe detrás de nosotros.
Las piernas me quedaron flojas al pasar la puerta, por supuesto que las sentía floja por que aunque le haya hablado llena de rabia y de valor la verdad me aterraba el tipo de consecuencias que pudiera traer esta conversación.
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