Lo encontré celebrando en nuestra mansión familiar, dando una fiesta de lujo para su novia, Kenia. Me llamó dramática y malagradecida. Cuando por fin me defendí, me tiró al suelo de una bofetada, admitiendo que habían estado recorriendo el mundo mientras yo mendigaba por las sobras.
Mis cinco años de infierno habían sido sus vacaciones. Mi vida no era más que un juego retorcido para enseñarme a ser humilde.
Así que decidí darle una última lección a cambio. Mientras me desangraba en mi departamento inmundo, hice una última llamada.
-Adrián -susurré, con la voz apagándose-. ¿Ya se acabó el castigo?
Capítulo 1
Valeria Montes POV:
Dicen que la muerte es una liberación, y para mí, fue el final brutal de un castigo que nunca merecí. Pasé cinco años pagando por un crimen que mi hermano no cometió, pagando por su "encarcelamiento" con cada aliento, con cada latido de mi corazón a punto de colapsar.
Las represalias nunca se detuvieron.
Me mandaban ratas muertas por correo, pintaban "PUTA" en la puerta de mi departamento y se aseguraban de que cada chamba temporal que lograba conseguir desapareciera en el momento en que empezaba.
El terror constante, el hambre que me carcomía, el peso aplastante de la soledad... todo eso me vació por dentro hasta que no quedó nada más que un cascarón.
Tres veces intenté acabar con todo. Tres veces fallé.
La última vez, me tragué todas las pastillas que encontré, desesperada por el silencio.
La oscuridad era como una manta suave que me envolvía, cuando una voz, aguda y familiar, cortó la quietud.
Era Kenia, la novia de Adrián, con la voz cargada de pánico.
-¡Se va a enterar, Adrián! ¡Va a saber lo que hicimos!
Luego su voz, la voz de mi hermano, fría y despectiva.
-Solo fue una lección, Kenia. Tenía que aprender.
Las palabras me golpearon como si fueran un puñetazo. Adrián. No estaba en la cárcel. No estaba en bancarrota. Todo era una mentira.
Mi sufrimiento no era la consecuencia de su caída; era la caída misma. Un juego. Mi vida, un juego retorcido.
Una lección, lo llamó él. Una lección que me despojó de todo, que me dejó hambrienta, rota y deseando la muerte.
Si quería una lección, yo le daría una que jamás olvidaría. Mi vida por su "lección".
Las pastillas estaban haciendo efecto. La oscuridad me llamaba. Esta vez, no lucharía contra ella.
Él no tenía derecho a jugar a ser Dios con mi vida, a verme ahogarme y llamarlo terapia.
-Se lo tenía bien merecido -siseó la voz de Kenia, con una cruel satisfacción en su tono-. Después de lo que me hizo en la cena, se merecía algo peor.
No solo querían que aprendiera. Querían que me rompiera. Y lo lograron.
La amargura era un sabor familiar, pero ahora era más intensa, mezclada con el ácido de la traición.
¿Cómo pudo? Mi hermano, Adrián. El que prometió protegerme. ¿Cómo pudo hacerme esto?
Mi respuesta sería silenciosa, pero resonaría más fuerte que cualquier grito.
Mi muerte sería su lección definitiva. El costo de su juego.
-No te preocupes, Adrián -arrulló Kenia-. Nadie sabrá que fuimos nosotros. Solo es una loca que no pudo con la vida.
Qué ironía. Se suponía que yo debía aprender una lección, y lo único que aprendí fue lo crueles que pueden llegar a ser las personas que amas.
Que mi muerte sea el capítulo final, el clímax devastador de su retorcida historia.