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Mi marido ausente me adora

Mi marido ausente me adora

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"Disculpa, señor, ¿me dirías de qué color es tu ropa interior?". Por culpa de un juego de verdad o reto, Kimberly terminó haciéndole una pregunta tan atrevida a un extraño al azar. Sin saberlo, el hombre que había elegido era su esposo desde hacía seis meses, al que no había visto desde su matrimonio. Charlie no pudo mantener la calma. Acababa de regresar de su viaje de negocios y ahí estaba su esposa, intentando burlarse de él. El ingenioso jefe decidió en ese momento consentir a su esposa rebelde. ¿Pensaba dejarlo? ¡No lo permitiría!

Contenido

Capítulo 1 Un castigo intimidante

"¡Kimberly, perdiste!".

Las cartas extendidas sobre la mesa mostraban un par de ases de corazones, lo que indicaba que la jugadora debía aceptar el castigo como indicaban las reglas del juego de Verdad o Consecuencia.

"Está bien, perdí", admitió Kimberly Powell encogiéndose de hombros y tomando un sorbo de su vaso de martini. "¿Cuál es mi castigo?".

Miró con nerviosismo a Millie Walsh, sentada frente a ella, y añadió: "Solo no seas demasiado severa".

Millie soltó una risa traviesa, haciendo girar el vino en su copa. "Kimberly, es una rareza verte en el bar, y aún más inusual verte perder. Hagamos que este momento sea memorable".

"¿Qué? ¿Qué es?".

Kimberly se sintió incómoda bajo la mirada de Millie.

Ella era conocida por su infinidad de trucos y su falta de misericordia cuando se trataba de hacer bromas.

"Necesitas ir a la puerta, encontrar a un hombre y preguntarle de qué color es su ropa interior. Y recuerda, tienes que verificarlo con tus propios ojos".

"¡No!", respondió la aludida de inmediato, rechazando la idea rotundamente.

Millie entornó los ojos y la miró.

Al final, Kimberly suspiró y suplicó: "Millie, escojamos otra cosa. Esto ya es demasiado".

"¿Demasiado?". La otra levantó su copa, recorriendo la habitación con la mirada segura. "¿Alguien más piensa que es demasiado?".

"¡Para nada!".

"Claro que no. Creo que es demasiado suave".

Sus amigos en la sala estaban deseosos de complacer a Millie.

Kimberly sintió el impulso de volcar la mesa de la frustración.

Entonces, una idea se le ocurrió y pestañeó. "Millie, este castigo me parecería bastante divertido si hubiera sido en el pasado, pero ahora...".

Esbozó una sonrisa inocente pero desamparada. "Ya sabes, estoy casada. A mi esposo no le gustaría".

¡El matrimonio! ¡Esa era una excusa perfecta!

Kimberly sintió un destello de orgullo por su ingenio y le dieron ganas de aplaudirse.

Pero Millie se mofó, arqueando una ceja. "¿Tu esposo?".

Acercándose a Kimberly, bajó la voz. "Lleva seis meses ausente desde que ustedes se casaron, y recientemente fue fotografiado en un evento de caridad con Melina Shaw, quien acaba de ganar el premio a la Mejor Actriz".

Luego desbloqueó su teléfono y abrió una foto para mostrársela. "Yo también estuve en ese evento, y tengo imágenes en alta definición".

La mirada de Kimberly se posó de inmediato en un hombre alto y apuesto parado delante de una mujer con un vestido largo. Su sonrisa irradiaba elegancia y nobleza.

Un repentino escalofrío recorrió su corazón, como si le hubieran vertido un cubo de agua helada por encima.

Sintió una punzada de desilusión apoderarse de ella.

Poniéndose de pie con determinación, declaró: "Está bien, acepto el castigo. Solo esperen".

Millie bebió con calma su vino, con una sonrisa de suficiencia en los labios. "Adelante, entonces".

Kimberly se dirigió a la puerta del bar, con el pulso acelerado. Ya era demasiado tarde para echarse para atrás.

Tomando una respiración profunda, miró hacia afuera y divisó a un hombre.

Con la mirada baja y cubriéndose el rostro con la mano, se le acercó.

"Disculpe, ¿de qué color es su ropa interior? ¿Puedo ver?".

No obtuvo respuesta.

El hombre parecía atónito.

Desde su perspectiva, Kimberly solo alcanzaba a ver sus zapatos de cuero negro, caros y de fina manufactura.

Nerviosa, se retorció los dedos y consideró preguntarle a otro hombre si este seguía en silencio.

Justo en el momento en que estaba a punto de alzar la cabeza para mirarlo, escuchó la voz clara y agradable del hombre.

"Puedes si quieres. ¿Pero cómo me lo recompensarás, señora Hussain?".

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