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"Llevaba una eternidad con Sofía, desde que la salvé de un secuestro cuando éramos apenas unos chavos. Nueve años de mi vida, de esfuerzo diario y noches sin dormir, invertidos en su futuro, en verla brillar. Ella soñaba con una universidad de prestigio, una carrera, nuestra casa... y yo me desvivía en tres trabajos para hacerlo realidad. Un día antes de nuestra mudanza, de empezar "nuestra verdadera vida" en el hogar que con tanto sudor construí para ambos, su mirada fría me golpeó como un balde de agua helada. Con la cuchara a medio camino hacia el mole que cociné con tanto amor, escuché las palabras que destrozaron mi mundo: "Quiero el divorcio" . Lo peor no fue la traición, sino la cruel verdad detrás de sus palabras: "Nuestra relación siempre fue por conveniencia... gratitud, necesidad. Nunca amor" . Y mientras mi corazón se hacía añicos, vi un par de mocasines carísimos, brillantes y nuevos, ocultos en nuestro clóset; regalos de un tipo al que ya había visto besándola. ¿Cómo pude ser tan ciego? ¿Cómo pude entregarle todo por lo que había luchado una mujer que me veía como una herramienta, una escalera? Pero el verdadero golpe llegó cuando mis padres biológicos, empresarios adinerados, me revelaron que solo esperaban mi regreso para ofrecerme un imperio. Todo lo que sacrifiqué, todo lo que renuncié por ella, se desmoronó en segundos. La mujer que amaba me había humillado frente a su amante, su rostro lleno de veneno mientras me gritaba: "¡El único culpable aquí eres tú, por no entender que entre nosotros nunca hubo amor. NUNCA!" . Lo perdí todo, no solo a ella, sino la fe en lo que creía que éramos. ¿Qué me esperaba ahora? ¿Cómo se reconstruye una vida cuando la base que creías sólida resulta ser un espejismo? Solo me quedaba un camino: levantarme de las cenizas y, por primera vez, luchar solo por mí.'