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En el lecho de muerte, mi abuela Isabel, la única que me amó de verdad, susurró un secreto que destrozó mi mundo. "Sofía, mi niña... Tus verdaderos padres te dejaron algo. Una empresa de videojuegos. Eterea Studios." Resulta que mis "padres" adoptivos, Carlos y Elena, no me habían acogido por amor, sino para explotar mi talento, y se habían apropiado de mi herencia. Mi hermano adoptivo, Mateo, el "hijo perfecto" y carismático influencer, se burló mientras revelaba su traición: "Ya transferimos todo a mi nombre. Es una de mis nuevas adquisiciones." ¡Me habían robado! Toda mi vida, un elaborado engaño, mi talento como ingeniera de software no era un orgullo, sino una herramienta para su explotaciíon. "Siempre estarás a mi sombra. Acéptalo," me siseó Mateo, con una sonrisa que me congeló la sangre. Pero esta vez, no me iba a callar. "Te equivocas, Mateo. Tú vas a perderlo todo. Y cuando estés en el fondo, recordarás esta conversación." La guerra había comenzado. Ahora debía reclamar lo que era mío.