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El día del examen de admisión, Ricardo, el 'hijo perfecto' de los Mendoza, caminaba sintiéndose invencible. Pero un objeto azul en un arbusto, una credencial con el nombre «Isabella Mendoza» y una sonrisa tímida, lo cambió todo. Al llegar a casa, la mostró esperando elogios, pero encontró un silencio sepulcral, seguido de la furia incomprensible de sus padres, su padre lo golpeó y lo echó de la casa. Nadie quería hablar de Isabella: el guardia de la escuela lo amenazó, el director lo echó gritando, y hasta un reportero lo trató como "basura". Su amigo Mateo le sugirió publicar la foto en redes para encontrar a Isabella, y Ricardo, sintiéndose reivindicado, lo hizo. Minutos después, su teléfono estalló, pero no con mensajes de agradecimiento, sino con advertencias anónimas: «Bórralo, idiota», «No sabes con lo que estás jugando». La situación escaló violentamente cuando su madre lo llamó con voz rota: "Tu abuelo está en el hospital. Le dio un infarto. Es tu culpa" . En el hospital, la familia entera lo recibió con odio, su padre lo golpeó, y su madre lo culpó de la "muerte" de su abuelo, tachándolo de egoísta. Incluso su mejor amigo, Mateo, al ver la credencial, lo despreció: "Eres un cerdo, Ricardo. Un maldito cerdo" . Solo y humillado, fue arrestado bajo múltiples cargos de acoso y difamación. En la fría celda, sintió un terrorífico destello de lucidez: Isabella no era una extraña. ¡Era su hermana, la que le había prometido proteger de niño!