/0/18189/coverbig.jpg?v=90cd275698160faa340d06061a7ef9d5)
Deseé con todo mi corazón que el trasplante de riñón salvara a mi mejor amigo, Diego. Los médicos insistieron en que su vida pendía de un hilo, y, para mí, el mundo sin Diego era impensable. Pero la vida es una broma cruel. Apenas me recuperaba de esa donación, mi padre fue diagnosticado con insuficiencia renal fulminante. "Tú eres la única compatible", me dijeron, refiriéndose a mi único riñón restante. Mi prometido, Ramiro, mi ancla en la vida, me abandonó sin piedad, usando mi enfermedad y la necesidad de mi padre como excusa: "¿Cómo te verás? ¿Cómo será nuestra vida?". Su crueldad se pintó de cinismo al verlo besando a Diego, mi mejor amigo, el hombre al que le di mi riñón, con el que Ramiro "celebraba su amor" sobre las ruinas de mi vida. La traición me quemó viva, dejándome sola, rota y sin nada. Mi padre, mi último pilar, se desvanecía. Cuando Sofía, mi amiga de la infancia, apareció como un ángel y ofreció pagar la cirugía y traer al mejor equipo, sentí un milagro. Pero el día que desperté del trasplante, ella me dio la noticia más devastadora: "Tu papá no lo logró". El universo se desmoronó, dejándome sin riñones, sin prometido, sin amigo y, ahora, sin padre. Sofía se convirtió en mi "sol", mi esposa, mi única razón para levantarme, dependía totalmente de ella durante seis años de diálisis. Hasta que una noche, escuché a Sofía y a Camila, su colega, hablar, y su conversación me reventó el alma. "Inventaste todo", dijo Camila. "Y lo del padre de Elvira... fue un asesinato. Tienes sus riñones en un banco privado, esperando por si Diego los necesita". Sofía, riéndose, confirmó que yo era solo "una mascota dependiente", una "opción económica y de fácil acceso" para Diego. Mi vida entera, mi sacrificio, la muerte de mi padre, mi matrimonio... todo era una monstruosa farsa, orquestada por la mujer que me juró amor.