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Han pasado dos años desde que me casé con Mateo, dos años de un infierno disfrazado de matrimonio. Hoy, nuestro aniversario, Mateo se arrastra en casa, ebrio y con el perfume de otra mujer, mientras su amante, Isabela, me mira con una sonrisa triunfante y anuncia que se quedará a dormir. En medio de todo, mi médico me envía un mensaje demoledor: mi enfermedad pulmonar avanza rápidamente y necesito un trasplante urgente. Mateo, ajeno a mi sufrimiento, me llama con el nombre de mi hermana gemela muerta, Lucía, me empuja al sofá y se ríe mientras sube las escaleras con ella. Sola en la oscuridad, me pregunto cómo el hombre que una vez dijo amarme, a mí, Sofía, ya no puede reconocerme. La frialdad de su desprecio, la indiferencia ante mi vida que se apaga, y la farsa que debo mantener, asfixian más que la enfermedad. Después de ser echada de casa en mitad de la noche, casi moribunda, y ser rescatada por Javier, descubro que Mateo siempre supo la verdad de mi identidad. La furia y la desesperación se encienden en mí: Mateo me ha arrebatado todo, incluso mi propia identidad, pero ahora, yo le quitaré todo a él. El juego ha cambiado, y las nuevas reglas las he escrito yo.