/0/17354/coverbig.jpg?v=18ee66495ef842a4fe39ec1db0c121f9)
Doce años. Doce figuras. Doce hijos de barro que parí con mis manos y mi fe. Y doce veces, Javier, mi marido, los ha destrozado. Cada año, mi última creación, mi ángel o mi virgen, era hecha añicos por su martillo, sin explicación, sin piedad. Mis suegros, incluso mi hermano, me traicionaron, susurrando que "el barro está maldito" y mirándome con una mezcla inquietante de pena y miedo. ¿Cómo era posible que el hombre que me salvó la vida de un incendio, el héroe de las cicatrices, se convirtiera en un monstruo que destruía mi alma? ¿Por qué la mirada de mi familia se transformaba de consuelo a fría complicidad cuando Javier sacaba su viejo rosario? No podía seguir así. Tenía que haber una explicación, un final a esta pesadilla. Esta vez, empuñé el martillo, dispuesta a descubrir la verdad.