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"Esa...cosa es el pago de ese maldito imbécil" Todo inició posiblemente ahí. O tal vez inició en... "¿Qué te impide hablar?" Ser secuestrado nunca fue parte de los planes de Kwo Yoon-pyo‚ que engañado por un amigo cercano a él fue ofrecido como paga de una deuda hacia una persona que nunca había visto en su vida. Sin embargo ¿qué es lo que pasa cuando tiene un deja vu cada vez que lo mira? ¿Por qué su corazón late cada vez que lo mira? O ¿por qué se parece a ese "alguien" de hace 10 años?
Las gotas de sudor, se creaban por el sentimiento de la angustia y miedo, el temblor y el aliento caliente se infiltraba contra el frío clima. Su lado ebrio había desaparecido en ese momento, desde que sintió la mirada penetrante de la persona sentada en ese sillón, fumando un cigarrillo que la mezclaba con un buen toque de wiski. El beta estaba con la cabeza baja, temblando mientras las gotas frías de sudor caían sobre sus rodillas. Había perdido la noción de las veces en que había tragado saliva, hasta podría decirse que sus glándulas salivales no mandarían más espesa saliva.
-¿Y?
El hombre cruzó sus piernas mientras un hombre de tez morena ubicaba el cigarrillo en su boca después de encenderlo con un encendedor.
-¿Dónde está mi dinero?
Su rostro sombrío y las espesas feromonas causaba que todo el mundo a su alrededor cayera al suelo, con una cosa tan simple: con una mirada llena de un brillo oscuro y fuego, avisaba que en un instante serían quemados por esas brechas llamas de la eternidad.
«Aun siendo un beta, p-puedo sentir sus feromonas como piedras en mi espalda»
-N-no...tengo nada...-dijo con voz hilo.
El silencio corto abrumó al hombre arrodillado, cuando de pronto sintió el metal frío en su cien. Sus pupilas se achicaron y miró de reojo el arma y luego al hombre que sujetaba el arma.
-¡Espera, p-por favor! ¡T-te pagaré! -gritó desesperado y gateó hacia el hombre sentado. Agarró la parte de la basta del pantalón y apegó su frente contra sus zapatos, su rostro estaba pálido como un papel, sus lágrimas y sudor caían por todo su rostro mojando los zapatos del contrario. -D-dame tiempo...y pagaré lo que le debo...-balbuceó angustiado.
-Si no tenías nada de lana, desde un principio no me hubieras pedido apostar.
-E-estaba ebrio, n-no sabía lo que hacía-dijo con voz quebrada.
Alzó su mirada, quedando pasmado por la apariencia del alfa frente a él.
Era un Alfa dominante, una sombra entre las sombras, cuya sola presencia parecía tensar el aire a su alrededor. Su belleza no era dulce ni cálida, sino afilada como una hoja bajo la luz de la luna. El cabello, oscuro como el carbón y recogido en una coleta baja, caía con precisión calculada, aunque algunos mechones sueltos colgaban sobre su frente como si desafiaran cualquier intento de orden.
Los ojos, de un negro profundo e inquietante, no parpadeaban con facilidad. Eran negros que no solo observaban, sino que escarbaban dentro del alma, dejando la sensación de haber sido leídos por completo. Las cejas negras y marcadas acentuaban esa mirada abrumadora, casi predadora.
Una cicatriz surcaba su rostro desde la ceja izquierda hasta el borde inferior de su ojo, como una firma cruel de un pasado violento o doloroso que aún respiraba en su piel. Y, sin embargo, su rostro era de una perfección antinatural, frío, liso como el jade, demasiado hermoso como para ser humano. Un piercing metálico en su labio inferior rompía la simetría con un guiño de agresividad, reflejando una luz tenue como si guardara palabras que podían herir más que cualquier cuchilla.
No hablaba mucho. No necesitaba hacerlo. Su mera figura bastaba para recordar que, ante él, incluso la oscuridad podía inclinar la cabeza. Su ceja se enarcó y se levantó del sillón sin quitarle la mirada de encima.
-Pat-llamó.
Sacó el cigarrillo de su boca y exhalo humo de su boca. El hombre de tez morena se acercó un poco, quedando detrás del alfa.
-¿Cuánto apostó, nuestro querido amigo?
-Cuatrocientos cuarenta y ocho millones ciento cincuenta mil quinientos veinte y ocho con veinte y un dólares, mi señor.
-Vaya, vaya...-caminó lentamente, girando alrededor del tipo arrodillado. -A este paso, deberás darme un riñón o un pulmón, señor Kang.
-S-señor...-lo siguió con una mirada asustada.
-Kim-interrumpió.
El llamado "Kim", el sirviente personal del Alfa; una persona de tez morena quien anteriormente colocó el cigarrillo en la boca de su amo, sacó su arma y apuntó al beta arrodillado en el sueño.
-¡A-ah!
Antes de que pudiera gritar, el alfa lo calló con su mano mientras que con la otra tiraba de sus cortos cabellos e hizo que lo mirara hacia atrás. El miedo lo invadió al ver sus ojos rojos brillantes.Sabía que el Alfa estaba furioso ya que presentó el segundo color de ojos, y poner furioso a un Alfa Dominante con un segundo color de ojos, era un verdadero problema sin resolver.
-Shhhhh...-susurró a su oído. -Tienes hasta mañana para darme algo de valor ¿de acuerdo?
El beta asintió rápidamente.
-Pero...
El frío metal chocó contra la manzana de su garganta, la cual se movía como loco.
-...si te pasas de las once y cincuenta y nueve minutos de la noche-continuó. -Te buscaré y te sacaré todos los órganos aun cuando estes consciente y tiraré tus restos a las Islas de Marín.
El beta nuevamente asintió asustado, la manzana de Adán se movía sin parar, tragando montones de saliva. Su cuerpo flaqueó de escalofríos y el temor de que el sirviente jalara el gatillo le causaba ansiedad.
-¿Lo entendiste, Señor Kang Ho-Min? -susurró con firmeza a la amenaza.
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