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El día de la boda de su mejor amiga debía ser más que perfecto, y así lo fue para ella, cumplió su sueño de casarse con el hombre de su vida, sin embargo, desde ese día, las cosas cambiaron rápidamente para Marie, pues su amor y obsesión por el hombre de su mejor amiga creció drásticamente desde el primer momento en que ese beso no debió haber ocurrido, y ahora, se encuentra columpiándose en el limbo de no saber si decir la verdad de lo que pasó, y aceptar ser la culpable de haber destruido una amistad y un matrimonio, o si seguir como si nada hubiera sucedido, solo por tener a su mejor amiga de su lado.
El día de la boda de mi mejor amiga, Aura de la Torre, debía de ser el día perfecto.
Toda la familia se había reunido para celebrarlo.
Incluso, la familia de su novio, Eduardo Gómez, también estaban allí presentes.
Mi mejor amiga es multimillonaria, a diferencia de mí. Su imponente mansión nos acogió a todos, permitiendo que ambas familias pasaran la noche bajo el mismo techo. Sorprendentemente, la convivencia transcurrió sin conflictos aparentes, a pesar de la rivalidad latente y las sonrisas falsas que ocultaban el verdadero desprecio entre ellos.
A mí realmente me daba igual lo que pasara, lo que pensaran, porque nada más estaba aquí es porque soy la madrina de mi mejor amiga y no podía dejarla sola en un momento así por más que no quisiera haber venido.
Nos habíamos reunido allí dos semanas antes para ir conociéndonos como familia, aunque yo no fuera parte de ella al cien por ciento por linaje.
Los padres de Amelia no se conocían para nada con los padres de Eduardo, así que, para los novios, fue maravillosa la idea de hacer unas pequeñas vacaciones de convivencia en familia antes de la boda para que la ceremonia fuera la más especial de todas.
Hoy he llegado a su casa.
Me he instalado en la alcoba de al lado de la que, es hasta hoy, la habitación de mi mejor amiga en casa de sus padres. Dejo mi maleta guardada, y salgo a dar un agradable paseo por la casa que era inmensa, casi podías perderte alrededor de ella y nadie iba a encontrarte tan fácilmente si no te buscaban con cuidado.
El día era hermoso, no iba a llover y los rayos del sol no estaban siendo insoportables como para tener que usar bloqueador y no tener que preocuparme de que me quemaran la piel, además de usar una gorra para luego no verme como camarón rostizado el día más especial de la vida de mi mejor amiga.
Mientras camino, me pongo a pensar cuando llegará mi día.
El día en que me case con el hombre de mi vida.
Con el hombre de mis sueños.
¿Será muy tarde para mí para pensar en tener hijos?
No, apenas tengo 22 años. Soy muy joven todavía y no voy a quedarme para vestir santos como dicen mis abuelas que sucederá si no consigo novio pronto.
Sigo caminando por el lugar, hasta que me encuentro con el pequeño y elegante estanque de patos que tiene Anabella, la madre de mi mejor amiga en la casa. Ella ha creado un precioso santuario para ellos en ese sitio. Anabella era amante de los animales silvestres, y los patos eran animales que se podían criar con facilidad y sin permisos innecesarios del gobierno para tenerlos en casa.
Era una familia de 5 patos: la madre, y cuatro patos bebes le seguían a donde quiera que ella fuera alrededor del pequeño lago que les pertenecía.
Me encanta venir a verlos.
Además de que me daba una tranquilidad, me sentía como si estuviera viviendo un cuento de hadas en esta mansión, sobre todo en esta parte de la casa, porque hasta había un pequeño puente peatonal que se elevaba sobre el pequeño lago, te podías recostar en sus barandas sin problemas de pensar en que te caerías al agua luego.
Mientras estoy con la mirada perdida en los patos, viéndolos moverse en círculos por el agua, siento unas manos, agarrarme con delicadeza de la cintura, me sobresalté, y volteo a mirar, es Eduardo, el novio de mi mejor amiga.
¿Qué demonios hacía él aquí?
Desde el momento en que lo conocí aquella tarde, cuando mi mejor amiga me invitó a tomar un café para presentármelo como su novio, sentí una incomodidad difícil de explicar. Había algo en él que simplemente no me gustaba, una sensación extraña, casi como si su sola presencia alterara el aire a mi alrededor. Y, aunque intenté ignorarlo, no podía evitarlo: tenerlo cerca me resultaba inquietante.
Me sentía incómoda, era inevitable.
Es como ese sentimiento que tienes cuando sabes que a esa persona especial de tu vida, como tu mejor amiga, no merece estar para nada al lado de un hombre como él, al que ella ya consideraba el amor de su vida.
- Eduardo. ¿Qué estás haciendo? ¿No deberías estar con Aura? - pregunté después de alejarme de él al momento de reaccionar en que él no estaba haciendo lo correcto en acercarse así.
- Tranquila, Marie. Aura está viendo con su madre los últimos retoques de su vestido de novia, y ya sabes, el novio no puede estar presente - él respondió con inocencia, creyendo que el tono divertido de voz que usó para hablarme sí había sido divertido, para cuando en realidad no lo fue.
Pongo los ojos en blanco, decido alejarme un poco de nuestra distancia, que estaba un tanto más cerca de lo que debería, y llevo la vista hacia el precioso paisaje que nos acompañaba.
- ¿Cuál es tu maldito problema conmigo? Desde que nos conocimos, siento que... me evades, es como si no me quisieras cerca. ¿Puedo saber el motivo del porqué?
Levanté una ceja, lo miré fijamente.
¡Maldito seas, Eduardo!
Es un hombre muy guapo, tiene todos los millones de dólares en su bolsillo.
Su reputación es impecable en la alta sociedad, todo el mundo lo quiere tener cerca.
¿Y yo? ¿Por qué no lo quiero tener cerca?
¿Era normal que él se sintiera ofendido por ello? Seguramente, para él sí lo era, puesto que él estaba totalmente acostumbrado a ello, a que las personas lo sintieran cerca, y lo quisieran tener cerca.
Sin embargo, para mí era complicado explicarlo.
- ¿No tienes nada más importante qué ir a hacer antes que fastidiarme? - me quejé, tratando de cambiar de tema de conversación. Pero lo que dijo a continuación, me puso más nerviosa de lo normal porque no sabía cómo responder a ello.
- Dime una cosa, Marie. ¿Acaso yo te gusto? Ya sabes... Como hombre... ¿Sientes amor por mí? ¿Deseo por mí? ¿Te parezco irresistible y prohibido por ser el prometido, y en unas cuantas horas, el esposo de tu mejor amiga?
Eduardo se acercó a mí, aprovechándose de la situación, él me tomó de la cintura y me acercó más a él. Tener su mano rodeándome de esa manera me hacía sentirme culpable, aunque todavía no sucediera nada entre nosotros, y yo esperaba que así no fuera a suceder, porque en ese momento, nuestros rostros estaban mucho más cerca de lo que deberían estar.
Siento como mis mejillas se ruborizan.
No sé cómo responderle.
Me he paralizado por completo y él me mira como si realmente me deseara.
En ese momento, antes de que lo peor ocurriera, una voz familiar nos llamó.
- ¡Marie! ¡Eduardo! ¡Es hora de tomar el té, vamos chicos! - era la Anabella, la madre de mi mejor amiga. Acercándose a nosotros con normalidad, como si no supiera lo que estaba pasando.
Suspiré y me alejé rápidamente de Eduard, tratamos de actuar con naturalidad delante de la madre de mi mejor amiga, no queríamos levantar sospechas de nada para no meternos en problemas.
- Ya vamos, Anabella - respondí, y me fui corriendo como niña chiquita hacia ella porque me ha salvado de cometer el peor error de mi vida.
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