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Sofía es una joven que lucha por reconstruir su vida después de una relación tóxica con David, su exnovio, quien la ha dejado marcada física y emocionalmente. Cuando una noche de violencia la lleva a los brazos de Alejandro, un magnate de la industria hotelera, su mundo da un giro inesperado. Atrapada entre el deseo y la pasion, Sofía encuentra en Alejandro no solo un refugio, sino también una chispa de amor. Sin embargo, la conexión intensa que surge entre ellos se ve amenazada por la oscura sombra de su pasado y las exigencias de la vida de Alejandro, quien está comprometido con otra mujer. Cuando un enfrentamiento entre Alejandro y David pone a prueba sus límites, Sofía se encuentra luchando no solo por su seguridad, sino también por su corazón. A medida que los sentimientos florecen en medio del caos, Sofía se debate entre el amor que siente por Alejandro y la realidad de que su vida no le pertenece. Tras una noche de pasión desenfrenada, la decisión de dejarlo todo atrás la lleva a un nuevo comienzo Sin embargo, el destino tiene otros planes. Cuando Sofía descubre que está embarazada, su vida da un giro inesperado. La noticia pone a prueba no solo su corazón, sino también el futuro de Alejandro y su prometida. ¿puede realmente sofia escapar de su pasado? ¿Podrá Alejandro dejar atrás una vida de conveniencias para abrazar un futuro que nunca imaginó?
Me encontraba en la cafetería de siempre, esa pequeña joya escondida en la esquina de la plaza principal. El aroma a café recién molido llenaba el aire, mezclándose con el suave murmullo de conversaciones que flotaban a mi alrededor. Había pasado una década desde que Alejandro se fue, y aunque siempre pensé que me acostumbraría a su ausencia, nunca lo hice del todo.
Estaba hojeando un libro, pero mi mente estaba en otro lugar. Las páginas pasaban sin que realmente absorbiera nada de lo que estaba leyendo. Era uno de esos días en los que la nostalgia me atrapaba, me arrastraba hacia recuerdos que intentaba mantener a raya.
Recuerdo perfectamente el día en que Alejandro me dijo que se iba. El sol se ponía, tiñendo el cielo de un naranja suave mientras caminábamos por el parque que tanto habíamos frecuentado. Yo estaba nerviosa, el corazón latiéndome con fuerza porque, por fin, había decidido decirle lo que sentía. Pero antes de que pudiera articular las palabras, él lo dijo.
-Me voy, Sofía. He conseguido una beca para estudiar en el extranjero. Es una gran oportunidad... pero estaré fuera por mucho tiempo.
Las palabras se me quedaron atoradas en la garganta. Todo lo que pude hacer fue sonreír y decirle lo feliz que estaba por él. Lo abracé, apretando con fuerza, intentando memorizar cada detalle de ese momento, porque sabía que todo cambiaría.
Y cambió. La vida siguió su curso sin Alejandro. Al principio, nos escribíamos cartas, compartíamos pequeños detalles de nuestras vidas. Pero, poco a poco, las cartas se hicieron menos frecuentes, los mensajes más distantes. Sabía que él estaba construyendo su futuro, pero a veces me preguntaba si alguna vez pensaba en el pasado, en lo que pudo haber sido si tan solo...
Todo había cambiado, ya yo no era la misma chiquilla con sueños e ilusiones, había abandonado la universidad por un trabajo para poder salvar a mi familia, pero mis sacrificios fueron en vano, mi madre había fallecido y mi padre no sabía ni quien era, mama nunca lo confeso. Ahora yo era una simple joven de veinte y cuatro años, jefa de camareras en el mejor hotel de la ciudad, pero alguna vez soñé con ser una gran administradora, supongo que los sueños son solo eso.
Sacudí la cabeza, volviendo al presente. Miré el reloj. No tenía ninguna cita, ningún motivo para estar ahí salvo mi propia necesidad de estar en un lugar que me conectara con algo familiar. Pero entonces, sentí una presencia que me hizo levantar la vista.
Alejandro estaba ahí, en la entrada de la cafetería, como si los años no hubieran pasado. Llevaba una camisa blanca, el cabello un poco más largo, con esa misma sonrisa que siempre lograba desarmarme. Me quedé congelada, incapaz de procesar que realmente estaba frente a mí.
Él me vio y, por un momento, pareció dudar. Pero luego sonrió, una sonrisa más suave, más triste de lo que recordaba, y se acercó.
-Sofía-dijo, su voz profunda y cálida. -¿Puedo sentarme?
Asentí, incapaz de encontrar mi voz. Se sentó frente a mí, y por un momento, ambos guardamos silencio, como si estuviéramos intentando reconstruir los años perdidos a través de miradas.
-No puedo creer que estés aquí- logré decir finalmente, aunque mi voz sonaba extraña, como si no fuera mía.
-Vine a ver cómo estaba todo. Es extraño volver después de tanto tiempo.
Nos quedamos en silencio de nuevo, pero esta vez era más cómodo. Había algo en su presencia que me calmaba, incluso cuando mis pensamientos eran un torbellino. Quería preguntarle tantas cosas, pero no sabía por dónde empezar.
-¿Te quedaras mucho tiempo? -pregunté, y me odié a mí misma por lo banal de la pregunta. Pero necesitaba saberlo, saber cuánto tiempo me quedaba con él antes de que volviera a desaparecer.
-Recién llegué. Pensé en pasar una temporada aquí, retomar algunas cosas.
-¿Qué cosas?
Sonrió de nuevo, pero sus ojos eran serios.
-No lo sé. Supongo que necesito redescubrir qué significa este lugar para mí.
Había algo en su tono, algo que insinuaba que no estaba hablando solo de la ciudad, sino de algo mas. Sentí un nudo en el estómago, una mezcla de esperanza y temor.
-No has cambiado mucho-dije, intentando sonar casual-Sigues siendo ese Alejandro que siempre tenía una respuesta para todo.
-¿Y tú? ¿Sigues siendo la Sofía que se queda callada cuando tiene algo importante que decir?
El golpe fue suave, pero directo. Nos quedamos mirando, y en esos segundos, todo lo que había guardado durante diez años amenazó con desbordarse. Quise decirle que no, que ya no era esa Sofía, que había cambiado, que había aprendido a decir lo que sentía... pero la verdad era que, frente a él, me sentía como aquella adolescente de nuevo, incapaz de ser valiente.
-Quizás-respondí, dándome cuenta de que, a pesar de los años, aún había partes de mí que no habían cambiado. Partes que aún temían, que aún dudaban.
Alejandro suspiró y, por un momento, pensé que iba a decir algo más, algo que rompería el delicado equilibrio que habíamos construido en esos minutos. Pero en lugar de eso, solo se recostó en la silla, mirándome como si estuviera viendo algo que solo él podía entender.
-Me alegra verte, Sofía. Más de lo que puedo explicar, a la final eres la única amiga que conserve aquí después que me fui.
No sabía qué responder, así que solo sonreí.
-¿Quieres caminar? -le pregunté, buscando algo más seguro que decir.
-Me encantaría-dijo, levantándose. Y mientras salíamos juntos de la cafetería nos ganamos unas cuantas miradas de varias persona, al parecer arriba existía un Dios que me estaba concediendo una segunda oportunidad, o tal vez era mi mente.
Elena, una mujer fuerte y trabajadora, enfrenta la difícil realidad de que su pequeña empresa está al borde del colapso financiero. Alejandro, un exitoso empresario, tiene todo lo que podría desear, excepto el tiempo. Para heredar la fortuna de su abuelo, debe casarse antes de cumplir 35 años. Desesperado por cumplir con la cláusula del testamento, Alejandro le ofrece a Elena un matrimonio por contrato: un año de unión a cambio del dinero necesario para salvar su negocio. Las reglas son claras: sin sentimientos, sin interferencias en sus vidas privadas, y total discreción. Lo que comienza como un acuerdo frío y calculado, pronto se transforma cuando Elena y Alejandro, compartiendo el mismo techo, comienzan a conocerse más allá de la fachada que presentan al mundo. Chispas de atracción inesperada surgen, desafiando las normas de su acuerdo. Pero el contrato se pone a prueba cuando Elena descubre que está embarazada, desatando una ola de emociones y conflictos. Alejandro, convencido de que todo fue un engaño, se siente traicionado. Elena, enfrentando su propio miedo e incertidumbre, debe decidir si luchar por un amor que nunca esperó o continuar su camino sola. Con la familia de Alejandro presionando y el negocio de Elena floreciendo, ambos protagonistas deberán enfrentar sus miedos, confiar en el otro y decidir si este matrimonio por contrato puede transformarse en algo real.
-Nuestro amor nos llevará a terminar como Romeo y Julieta. - ¿Juntos? - ¡No! Muertos. -Tú siempre tan romántica. -Y tú, tan estúpido. -Ya hablo doña perfecta. -Aunque te cueste reconocerlo, así que no pienso seguir perdiendo mi tiempo contigo. Me retiro antes de que se me pegue lo malo, con permiso joven Sanz. -Hasta nunca B-R-U-J-A fea. Espero que choques en tu escoba voladora y te destroces el rostro para no volverte a ver la cara de mustia amargada que tienes. -Qué tus buenos deseos se te multipliquen insecto -grito la chica al salir corriendo de la casa para tratar de llegar lo más pronto a la parada y alcanzar el último autobús que la llevaría de regreso a la Universidad de Barcelona, donde estudiaba. Esto era tan solo una pequeña pelea a la que se tenía que enfrentar cada vez que se encontraban en la residencia de la familia Sanz o donde coincidieran, en donde había sido contratada como niñera del menor de los hijos de la familia. - ¿Podrás algún día dejar tranquila a "Mi Vale"? Sigue por ese camino y me voy a asegurar que papá te quite todas las tarjetas, congelé todas tus cuentas y de pasada te ponga a trabajar para que dejes de estar molestando a mi chica. - ¡Mocoso! Nadie pregunto tu opinión, ¡Cuidado y abres la boca o me desquitaré contigo! Deberías de estar de mi lado y no de un espantapájaros como ese que no es parte de tu familia y a duras penas conoces. -Mira, quien habla, el chico más estúpido que puede existir en toda la ciudad, si no fuera por tu cara bonita, nadie se fijaría en ti. Te aseguro que en esa cabeza no hay ni gota de masa encefálica de la cual puedas presumir como ella. - ¡Basta! Lárgate a tú cuarto o voy a acabar contigo en menos de un segundo. - ¡Huy! Ya se enojó el niño bonito. Te estaré vigilando, no vuelvas a molestar a Vale. Si ella se marcha por tu culpa, me aseguraré de cumplir todo lo que te he dicho y sabes que no bromeo HER-MA-NI-TO. ¿Quién se atrevía a desafiarlo de esa manera? ¡Claro!, otro Sanz, uno que por lo menos conocía el amor y respeto a las personas sin importar su clase social o personalidad. Para este chico todas las personas eran iguales, hasta que demostraran lo contrario.
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