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Dylan y Susan son amigos desde que tienen memoria, nunca se han visto como algo más que eso, pero una promesa entre sus abuelos los lleva a casarse. Sus sentimientos hacia el otro cambiarán durante su vida de casados?
El sonido del reloj de pared llenaba el silencioso despacho con su constante tic-tac. Dylan miraba la fotografía enmarcada en su escritorio, una instantánea de su infancia, donde él y Susan reían despreocupados en el parque. Nunca imaginó que ese vínculo inocente se convertiría en el fundamento de un matrimonio arreglado.
Dylan, CEO de una de las empresas más prominentes de la ciudad, era conocido por su arrogancia y dominio en el mundo de los negocios. A sus 29 años, había construido un imperio desde cero, gracias a su mente aguda y su implacable determinación. Sin embargo, la noticia de su compromiso con Susan lo había dejado perplejo.
Un golpe en la puerta lo sacó de sus pensamientos.
-Adelante -dijo, sin apartar la vista de la fotografía.
Susan entró con la misma naturalidad que siempre había tenido en su presencia. Era gentil y humilde, cualidades que la hacían resplandecer en cualquier lugar, incluso en la fría oficina de Dylan. A sus 27 años, había dedicado su vida a la enseñanza, trabajando como maestra de primaria. Aunque su mundo y el de Dylan parecían opuestos, había una conexión inquebrantable entre ellos.
-Dylan, nuestros abuelos están en la sala de juntas -anunció Susan con una sonrisa nerviosa.
Dylan asintió y se levantó de su silla. Su porte seguro y autoritario contrastaba con la dulzura de Susan. Caminó hacia ella y le puso una mano en el hombro, un gesto que mezclaba familiaridad y una nueva tensión palpable.
-Vamos a ver qué tienen que decir -respondió él, conduciéndola hacia la sala de juntas.
Al entrar, encontraron a sus abuelos sentados frente a frente, en una mesa larga y reluciente. Ambos ancianos intercambiaron una mirada cargada de historia y promesas no dichas.
-Susan, Dylan, gracias por venir -comenzó el abuelo de Susan, un hombre de semblante afable y ojos brillantes-. Como saben, sus abuelas y yo hicimos una promesa hace muchos años. Queríamos que nuestras familias se unieran no solo por negocios, sino por lazos más profundos.
-Ustedes dos siempre han sido cercanos -continuó el abuelo de Dylan, con su voz grave y autoritaria-. Y creemos que esta unión fortalecerá nuestras familias.
Dylan cruzó los brazos, intentando procesar las palabras. Sabía que oponerse no era una opción. Susan, por su parte, se limitó a asentir, sus ojos reflejaban una mezcla de incertidumbre y aceptación.
-Entendemos lo que esto significa para ustedes -dijo Susan, con voz suave-. Pero, ¿realmente creen que es lo correcto?
-El amor puede nacer de muchas formas, Susan -respondió su abuelo-. A veces, solo necesita un empujón.
La reunión continuó con detalles y formalidades. Dylan y Susan escucharon en silencio, conscientes de que sus vidas estaban a punto de cambiar irrevocablemente. Al final, se despidieron de sus abuelos y salieron del edificio juntos.
-Esto es una locura -murmuró Susan, mientras caminaban hacia el coche de Dylan.
-Lo sé -respondió él, abriendo la puerta del coche para ella-. Pero somos nosotros dos contra el mundo, ¿verdad?
Susan sonrió, una sonrisa cargada de nostalgia y una pizca de esperanza. Dylan encendió el motor y se dirigieron a casa, cada uno perdido en sus propios pensamientos sobre el futuro incierto que los aguardaba.
Mientras las luces de la ciudad pasaban veloces por la ventana, ambos sabían que su relación estaba a punto de ser puesta a prueba de maneras que nunca habían imaginado. Y aunque el pacto de sus abuelos los había unido, solo el tiempo diría si su amor sería suficiente para sostenerlos.
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