rafía enmarcada en su escritorio, una instantánea de su infancia, donde él y Susan reían despreocupados en
el mundo de los negocios. A sus 29 años, había construido un imperio desde cero, gracias a su mente aguda
uerta lo sacó de
in apartar la vist
esplandecer en cualquier lugar, incluso en la fría oficina de Dylan. A sus 27 años, había dedicado su vida a la enseñanza, trab
en la sala de juntas -anunció
rastaba con la dulzura de Susan. Caminó hacia ella y le puso una mano en e
ecir -respondió él, conducién
te, en una mesa larga y reluciente. Ambos ancianos intercam
y ojos brillantes-. Como saben, sus abuelas y yo hicimos una promesa hace muchos años. Que
abuelo de Dylan, con su voz grave y autoritaria-. Y
e oponerse no era una opción. Susan, por su parte, se limitó a ase
ustedes -dijo Susan, con voz suave-. Pe
mas, Susan -respondió su abuelo-.
silencio, conscientes de que sus vidas estaban a punto de cambiar irrevocable
ró Susan, mientras caminab
rta del coche para ella-. Pero somos
a. Dylan encendió el motor y se dirigieron a casa, cada uno perdido en
taba a punto de ser puesta a prueba de maneras que nunca habían imaginado. Y aunque el pacto de