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Altair en un viaje, para cambiar su vida, conoce al apuesto dueño de un viñedo en la Toscana, Marcelo Bendetti además que tiene un secreto que solo su familia sabe.
Altair en un viaje, para cambiar su vida, conoce al apuesto dueño de un viñedo en la Toscana, Marcelo Bendetti además que tiene un secreto que solo su familia sabe.
Altair, una chica de armas tomar, con un rostro realmente hermoso y un cuerpo espectacular, a pesar de ser una chica plus size. Había terminado su universidad a los veintitrés años. Había estudiado contabilidad en una de las mejores universidades de Estados Unidos. Aunque sus padres son de origen latino ella había nacido en Norte América pero aún así ella no se negaba a decir que era latina. Esto le había traído muchos problemas durante sus años de high school y aunque no lo crean también en sus años de universidad.
Había tenido varios problemas en la universidad pues algunos americanos no aceptaban que latinos estudiaran en su misma universidad. Altair, como era una chica algo revolucionaria, hacía todo lo posible para que ella y los latinos entrantes fueran aceptados pues la educación era para todos y no se le podía negar a alguien solo por sus orígenes. Fueron unos años muy fuertes para ella pero eso no la desenfocó de sus estudios. Había tomado la carrera que más le apasionaba. Ella era muy buena con los números y desde muy pequeña había decidido ser contable. Aunque para algunos podía ser una profesión algo aburrida ella lo disfrutaba.
Aunque lo disfrutaba, Altair necesitaba un cambio definitivo. Quizás un corte de cabello o un cambio de color era lo más seguro. Ella no tomaba ningún riesgo y salir de su zona de comfort era algo que no lo había considerado hasta ahora. Hacía algún par de semanas había ido a un salón de bellezas. Le pidió a la chica de cabellos color rosa que necesitaba un cambio. Aunque la verdad era que no quería cortarse el cabello podía funcionar el cambio de color. Ella amaba su larga y sedosa cabellera color negra. Nunca se había pintado el cabello y pensar que pudiese salir todo como ella menos quería la tenía muy nerviosa. Pero que sea lo que Dios quiera.
Para su suerte el color rubio con algunos cabellos castaños le había fascinado. Había sido un trabajo arduo y un par de horas sentada esperando por un nuevo resultado. Un resultado que le encantó cuando la estilista había quitado la toalla de su cabello ahogó un grito de emoción. Tan pronto salió del salón de belleza se sintió como en su vida poco a poco cambiaba. Sí, era algo insignificante para algunos pero para ella era un gran paso. ¡Era la primera vez que se pintaba el cabello! ¡La primera vez en veintitrés años!
Tenía tres hermanos, Carlos, Javier y Enrique. Los tres eran mayores que ella así que imaginaran que el cuidado y la sobreprotección por parte de los tres, estaba rampante. Sus padres vivían en Miami y desde algunos meses no los veía. Aunque ya estaba pensando en viajar a verlos pero el trabajo le estaba siendo de obstáculos.
-Altair, quiero los informes financieros de la compañía pero para ayer- dijo su jefe sin siquiera detenerse a saludarla o por lo menos desearle un buen día.
-¿Acaso dormí con usted?- preguntó Altair con el rostro completamente serio -Buenos días señor, Por favor y gracias- dijo ella con una sonrisa sarcástica haciéndolo bufar.
Llevaba un año y medio en esas. El señor Dan, era el jefe del departamento de Contabilidad de un pequeño, pero con planes futuros de expandir, de empresa de servicio, específicamente, un restaurante. Dan, claramente era el vivo ejemplo de ser jefe y no ser un líder. Él solo buscaba el beneficio para él y nadie más. Era un hombre no tan querido por sus compañeros y lo tildaban de egoísta y egocéntrico. Altair rió al recordar el apodo por el cual todos lo llamaban. Dan, el sapo concho. Era curioso que todos en el restaurante sabían del apodo pero él era el único que ni por enterado se daba.
Se dispuso a hacer los informes, que en total eran cuatro. Para las otras personas podía ser algo tedioso y fastidioso pero para ella eso era muy simple. Entró a su laptop y se dedicó a sumar y restar. Aunque existían programas que te hacían la vida más fácil, Altair sumaba, restaba, multiplicaba y dividía con su fiel calculadora. Casi una hora y media después Altair tenía su trabajo hecho. Decidió hacer esperar a su jefe un poco más por no ser amable con ella.
Muchas veces había tenido varios inconvenientes con su jefe por eso mismo. Al parecer a Dan no le habían inculcado valores tan simples como decir buenos días, buenas tardes o buenas noches cada vez que llegara a un lugar o tan solo decir por favor cuando pida algo. Altair a estado a punto de ser despedida pero esta chica es de armas tomar y siempre Dan da su brazo a torcer. Pues no quiere ser demandado por explotación laboral. Sabe que tener a Altair trabajando los seis días a la semana era un poco fuerte y en cualquier momento sabe que ella estaría en su derecho de demandarlo a él y a la empresa.
Altair ha estado a punto también de dejar su trabajo pero no podía. Aunque lo que más quisiera en la vida sería cantarle sus cuatro verdades a Dan el sapo concho y tirarle la renuncia irrevocable en la cara.
Vio en su laptop la imagen de un hermoso paisaje en la conocida y romántica Toscana. Especialmente a la ciudad Siena. Suspiró imaginándose mil y una historias de amor en la ciudad. El amor. El amor para Altair ha dejado de ser prioridad por tantos golpes que le ha dado la vida. Aunque todavía deseaba tener a un compañero para toda la vida, en su mente y por ahora, no pasaba eso de tener novio y mucho menos de estar casada.
Estaba bien como estaba pero aún así necesitaba ese cambio. Sentía la necesidad de cambiar. Observó cada detalle de fondo de pantalla, cada cipres haciendo un largo camino hasta las casas de ladrillos en el fondo. El verde del jardín y el barro de las paredes de las casas hacían un contraste llamativo.
Una loca idea le pasó por la mente y solo esperaba que le funcionara. Siempre quizo ir a la gran Toscana y disfrutar de las interminables montañas y los increíbles atardeceres. Entró a internet y encontró una página que rentaba casas vacacionales por cierto tiempo. Buscó y buscó una casa o más bien una posada o algo por el estilo pero la mayoría eran lugares muy costosos. Hasta que encontró una casa hermosa y a buen precio.
No era una casa muy grande pero era realmente hermosa. Muy acogedora y con unos amplios jardines. Hectáreas y hectáreas de vegetación a ambos lados. Pensó que la casa era muy pequeña para tantas hectáreas pero aún así le fascinó. Llamó a su mejor amigo Josh y le contó sobre la locura que estaba por hacer y que curiosamente él estaba envuelto en eso.
-¡Pero estás loca! ¡¿Viajar a la Toscana?! ¡¿El jueves?!- gritó Josh al teléfono -¿Estás bien?-
-¡Que sí! Y tú irás conmigo- dijo sonriendo Altair.
-¿Y que pretendes Altair? ¿Que yo deje todo botado para ir a quien sabe donde y a quien sabe que nos espere allá?- dijo reacio el chico castaño.
Josh y Altair se conocieron en la universidad el mismo año que entraron. Josh y ella congeniaron tan pronto Josh se sentó junto a Altair en la clase de introducción a Contabilidad. Desde ese momento se habían vuelto los mejores amigos. Josh era más aventurero que su mejor amiga pero en ese momento, en el que ella le dice que se van para Italia, no era el momento.
-Sí, dale acompáñame a hacer este viaje. Lo necesito- suplicó ella y Josh ya sabía por dónde venía -Por favor...mira que me pueden pasar muchas cosas malas- habló Altair y Josh rodó los ojos.
-Está bien. Pero no para mañana. Que sea para el viernes- sugirió Josh -así puedo pedir unos días de vacaciones-
-¡Gracias!, ¡gracias!, ¡gracias!- dijo y colgó para hacer las reservaciones.
-¡Altair!- gritó y ella rodó los ojos -¡En mi oficina, ahora!-
Altair tomó los informes financieros refunfuñando y se encaminó a la oficina de su jefe -Aquí tiene los informes- dijo mientras le dejaba los informes encima del escritorio evitando dárselos en la mano.
-Eficiente- dijo hojeando los papeles.
-Y aquí tienes mi renuncia- dijo Altair y dejó la carta de renuncia donde anteriormente había dejado los informes.
Dan la vio con el ceño fruncido sin entender nada. O muy bien entendía pero no quería dar crédito a lo que pasaba. Altair era, por mucho, la mejor y mas eficiente contable que había pasado por su dirección en lo que llevaba en el restaurante. Tomó el papel en cuanto Altair salió de su oficina y lo leyó. "Por motivos de índole personal" "renuncia irrevocable" "efectiva a mañana". Ahora que hacía, el departamento no podía quedar sin ningún contable.
Se levantó y fue rápidamente a la oficina de Altair. Vio como esta recogía sus cosas y las metía en una caja y como tenía una sonrisa en sus labios. Definitivamente era verdad que se iba y no lo podía permitir.
-No te acepto la renuncia- dijo con autoridad Dan
-Me importa muy poco. Ya te di mi renuncia y Recursos Humanos tiene una copia.- dijo Altair metiendo sus libretas a la caja -Sabía qué harías eso así que me adelante. Ya está, es irrevocable- sonrió ella y Dan gruñó.
-¿Que quieres para que sí sea revocable?- dijo y Altair detuvo lo que estaba haciendo.
-Dan, no me supliques. Ya no aguanto trabajar contigo. Eres un explotador y estoy muy joven como para pasar mi vida trabajando todos los días aguantando maltratos- dijo Altair y siguió guardando sus cosas. Tomó la caja y caminó a la entrada de la oficina -Hasta nunca- dijo y se fue con una sonrisa en sus labios.
Por fin su vida estaba cambiando. Segundo cambio en su vida. Primero el cambio de color de cabello y luego dejar su trabajo. Aunque lo necesitaba, no se podía negar que necesitaba sentirse bien con ella misma. Volvió a su apartamento y dejó la caja en la mesa del comedor. Se dirigió a su habitación y se dedicó a hacer su maleta. Se iría por una semana y disfrutaría de sus vacaciones en la romántica Toscana.
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