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erro pitbull amarrado a una cadena en su mano y en la otra tenía un chupetín. Ambos iban al unísono, pero aún así se veían raros. Ella tenía un vestido salmón lleno de flores peq
e hacían a un lado cuando pasaban junto a ellos, por temor al perro. Me gustaba eso, no sabía porqué. Quizás porque ninguno de los dos se inmutaba a la
que su rutina prácticamente se había convertido en la mía. Sabía todos los lugares que frecuentaba, sus horarios
menos culpable debido a sus influencias políticas. Era un importante ministro de la ciudad. Y
e meter la llave en la puerta e ingresar. Un golpe en el vidrio de mi auto me hizo sorprender levemente y volteé
mián- Recuerdo pacíficamente haberte
? Planeo invitarla a la salir –le g
haces algo -dijo y se separó de mi
grato que digamos. Sabia quien era yo, por supuesto. Y aún así no iba a dejar de hacer lo que estaba haciendo, estab
.