abía llevado mi trabajo, mi nombre, mi dignidad, y luego había retorcido el cuchillo, culpándome por atreverme a sentir algo más que una aceptación silenciosa. La humillación era algo vi
o. Solo una resolución fría y dura comenzó a cristalizar en la b
so entre la multitud atónita, un enfoque singular y aterrador guiando mis pasos hacia el escenario b
ible, se cerró alrededor de mi muñeca. Damián. Sus dedos se clavaron
baja y urgente, teñida de una a
ratando de li
oz era ronca, cruda por u
ando los rostros confundidos en la
cticada, desmintiendo la tensión en su agarre-. La Srta. Norieg
e una puerta lateral hacia un pasillo desierto. Mis pies tropezaban, apenas manteniendo el ritmo de su f
as palabras mismas se sentían como una traición, una debilidad que no podía permitirme. Mi muñeca palp
Mi espalda golpeó con un ruido sordo, haciendo castañetear mis dientes. Se pa
Estás tratando de arruinarlo todo? ¿Estás tratando de des
grimas no derramadas, se
o arruinaste todo, Damián! ¡Robaste mi trabajo! ¡Me humillaste públicamente! ¡Me
nto. Una sola lágrima escapó, trazando un camino caliente por mi mejilla, pero rá
quietante quietud. Extendió la mano, su mano tocando suavemente mi mejilla,
suave, casi tierna-, estás altera
, antes de que pudiera siquiera procesar lo
edulidad. Una década de anhelo, de esperanza, de dolor por su toque, y esto era todo. Un beso nacido de la manipulación, de un intento desesperado por silenciarme, por controlarme. Pe
asco puro y visceral. Esto no era amor. Esto era una violación. Era él tratando de reafirmar su propiedad, de recordarme m
n el pasillo desierto, claro e innegable. Su cabeza se echó hacia atrás, una marca carmesí floreci
nte ahora, calientes y enojadas, pero no eran por él. Eran por la década que había
vía abiertos de incredulidad. Nunca había esperado que yo me defendiera. Nunca esperó qu
inguido. Mis pasos eran vacilantes al principio, pero con cada zancada, ganaban fuerza, propósit
oyecto de Tijuana que había almacenado en unidades compartidas, en mi laptop de la firma, en mi nube personal, los borré todos. Cada borrador,
clara. Mientras me sentaba en la puerta de embarque, esperando mi vuelo, abrí mi teléfono de nuevo. El número de Damián, el número de Katia, todos nues
ieron lentamente en la oscuridad. Limpié las últimas de mis lágrimas, un silencio resuelto instalándose en mí. Este era el momento. Una nueva vida. Borrón y cuenta

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