/0/21761/coverbig.jpg?v=bde7a3c7d32c53f3cba51a8a6d969e31)
r la investigación de mi difunta hermana. Mi esposo, Damián,
de mi vida, una cura para el Alzheimer, y luego
a" mientras me des
mis patentes a su amante, la mujer que llevó a mi hermana al suici
depravada que se pueda imaginar, vi mi oportunid
lo correr al lado de su amante, hice un
ítu
Elara
la lista de nominados al premio. Fue un acto simple, una dec
-preguntó mi asistente, María.
e enroscaba en mi estómago. La decisión estaba tomada. Brenda Soto no recibiría
stigación que no era suya. Una investigación que pertenecía
Este premio, este reconocimiento, no se trataba solo de ética pro
u rostro una máscara de furia cuidadosamente construida. -¿Elara, qué demoni
n escudo. -Hice lo correcto, Damián. Brenda robó los dato
on fríos, afilados. -¿Correcto? ¿Correcto para quién? ¿Cr
sino para agarrar mi brazo. Su agarre era un torniquete, clavándose en mi
de alejarme. Apretó más fuerte. La
ró, su rostro a centímetros del mío. Su aliento era caliente en
ra impactante. Mi esposo, el hombre que había pr
mi brazo a mi hombro, una apariencia de ternura. Apretó suavemente,
ontraste con la rabia que acababa de torcer sus faccio
fuerza. -Acabas de lastimarme -logré deci
-¿Lastimarte? Elara, no seas dramática. Simplement
hecho, protegiendo el legado de mi hermana. Pero sus palabra
irme pero aparentemente razonable-. Dale a Brenda e
suicidio! ¡Usó su campaña de ciberacoso para atormentar a Jimena, y
ara. Solo tu dolor y tus acusaciones. Brenda es una víc
línea, las amenazas! Y los datos... Damián, era la secuenciación genética para el Alzheimer de in
enía problemas, Elara. Lo sabes. Era inestable.
i mente recordó fragmentos de conversaciones, llamadas telefónicas susurradas que Damián había tomado, mirad
oz de Damián bajó, helada-. ¿
na, Damián. Los datos que podrían ayudar a millones.
se entrecerraron hasta convertirse en rendijas. -Vue
ntallas de las computadoras que mostraban meses, años, de mi minuciosa inves
nte suave-, te prometo que lo perderás todo. Tu investigac
te atreverías? -susurr
laboratorio. Era una transmisión en vivo de mi sala de servidores, las luces parpadeantes de mis datos de inves
etente! ¡Por favor! ¡Son años de trabajo! ¡Es la
o en sus labios. -Esto es lo que pasa, Elara, cuando me desafías. Cuando eli
decir con 'tu Brenda'? -Las palabras sabían a ceniza
datos que se borraban, luego de vuelta a mí, llena de despreci
oda mi vida! ¡Puse tu capital de riesgo en este laboratorio, trabajé incansa
eres insustituible? -Sus ojos volvieron a la barra de progreso-. El
dre, pasaron por mi cabeza. La idea de esa cura, desaparecida para s
s palabras sabiendo a ven
barra roja desapareció. La pantalla volvió a una visualización norma
a. Un calambre agudo me atravesó el bajo abdomen. Me tam
. -Nervios, Elara. Estarás bien. Ah
su teléfono presionado contra su oreja, sin duda h
ndo el premio 'Joven Innovador'. Damián estaba orgullosamente a su lado, su brazo alrededor de su c
cias a una "generosa nueva inversión". Estallaron los aplausos. La multitud no se dab
reía de sus chistes, sus manos posesivamente en su espalda. Parecían una pareja. Una enfermiza y retorci
triunfante y malicioso. Luego, casi imperceptiblemente, "accidentalmente" dejó caer el canapé. Aterrizó precisamente en una unidad d
emasiado densa. Mi teléfono vibró. Era María. Su voz era frenética. -¡Doctora V
dor me atravesó el abdomen, mucho peor que cualquier co
uda, quebrándose-. ¡Maldita zorr
ramente a sus brazos. -¿Qué es esto, Elara? ¿Cuál es tu problema aho
caba de borrar lo último de mis datos!
e inocentes, las lágrimas asomando. -Yo... no sé de qué está hablando
s ridículo. Estás haciendo una escena. -Se volvió hacia un guardia de segurida
ando el dolor-. ¿Quieres ver qué pasa cuan
enia, mi mano conectando con su mejilla con una sonora bof
e miró, sus ojos abiertos de par en par por la sorpresa. Lue
Bien. Pero no te gustarán las consecuencias. -Se volvió hacia Brenda, cuya mano ahora se
o dramáticamente. -Mi corazón...
la en sus brazos. Me miró por encima de
e murmuraba. El dolor en mi abdomen se intensificó,
bil, desesperada-. ¡Damián,
ja el teatro, Elara -dijo, su voz plana, desprovista de emoción-. No en
s puertas cerrán
e entre mis piernas. El frío y duro suelo de la realidad me golpeó. Esto ya no era solo por Jime

GOOGLE PLAY