a Herr
ioneta con los hilos cortados. El impacto me dejó sin aliento, una agonía abrasadora floreciendo en mis
abel
ó la niebla. Se paró sobre mí, su rostro grabado co
monios h
destello de algo casi humano. Se arrodilló
gre y traición. *¿Ahora te importa? ¿Ahora, después de que me ven
costado, un calor húmedo extendiéndose contra mi ropa. Inte
amédicos pululaban por el patio, sus rostros sombríos. Trabajaban con efici
, un gem
tobillo! ¡Creo
icada mueca en su rostro. Su tobillo, quizás ligeramente torcido, pero cie
tes fijos en mí con una confusa preocupación, ahora se desviaron
tás bien?
su brazo instintiv
n el ceño fruncido,
en estado crítico. Neces
un gesto despec
dramática. Eva, dil
nción, acunando su ro
, fingió un mareo, tam
ue me voy a desmayar. Mi cab
olapsando grácilm
aramédicos, su voz cargada de pánico. "¡Lléven
ujer experimentada con ojos a
na hemorragia interna grave. Su vida está en
ás cuest
jandro bajó,
ser priorizada
e Eva se abrieron por una fracción de segundo, encontrándose con los míos. No había piedad, ni preocupación. Solo un
ó a ella. De nuevo. Siempre a ella. Lo último que vi antes de que la oscuridad me reclamara de nuev
mple paciente. Mi cuerpo era un tapiz de dolor, pero las máquinas zumbaban una melodía más suave. Un amable
señorita Herrera. Un
ó terminar
ble, una extraña calma apoderándose
iltró desde el pasillo, fragmento
ntreras... tomó represalias... lo destruyó por
como para salvar a mi padre, o incluso para asegurarse de que recibiera atención médica. Esto no se trataba de mí. Se trataba de su propiedad, su reputación. Contreras se h
fantasma, un vacío doloroso. Aparecía en las noticias, colmando a Eva de regalos, mostrándose públicamente cariños
Extrañaba el susurro del carboncillo sobre el papel, el vibrante zumbido de las cuerdas del vio
nterminable de traición... tenía que terminar. Sanaría. Desaparecería. Y luego, les harí

GOOGLE PLAY