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ués de que se revelara que era el heredero perdido del cártel de los Garz
ció como la refinada hija de un jefe rival
rdenó a los doctores que tomaran mi sangre para el
errar en un sótano. Allí, me golpearon, me marcar
rme me torturó y me destro
un extraño poderoso, una jugada
a vida, él finalmente vino corriendo tras de mí, suplicando mi per
Braulio Garza, no eres más que un ex
ítu
Camila
vi, a Braulio, al otro lado del salón, con la cabeza inclinada cerca de la de Daniela, sus risas resonando en una melodía que yo ya no
sperado por huir del dolor que me arañaba la garganta. Solía pensar que mi amor era un escudo, lo suficientemente fuerte como para soportar cualquier tormenta. Ahora, se sentía como un frágil paraguas
buscando. Ya nunca lo hacía. Sus ojos estaban fijos en Daniela, con una ternura que antes
s otros invitados rozaban mi vestido gastado, una manifestación física del abismo que había entre nosotros. El salón de f
es, las sirenas aullaban a lo lejos y el aire zumbaba con mil historias que no eran la mía. Caminé
le vestido blanco de alta costura, discutía ferozmente con un hombre mayor en u
morir antes que casarme con ese monstruo!",
licaba. "Es un buen hombre, de una familia poderosa. Este matrimonio asegurar
ara escapar de esto!", gritó ella, su mirada recorriendo a los atónitos especta
uma astronómica, suficiente para cambiar una vida diez veces. Sin embargo, nadie d
argada de resignación. "Controla toda la costa del Golfo, el no
en los míos. "¡Tú! Te ves... desesperada. ¿Tomará
vas. Vi el vestido de novia de diseñador que se suponía que debía usar, colgado sobre una silla cercana. Er
e, mi voz plan
uminado por una alegría frenética. "¿Lo
abra era una piedra en
, de verdad. Solo tienes que presentarte, decir tus votos, y el resto es tuyo. Nadie lo sabrá. Solo... sé yo". Se
destello de lástima en sus ojos. "Muy bien. Pero entie
o estaba hecho. Mi futuro, cambiado por la libertad de un
r. ¿Se daría cuenta Braulio de que me había ido? ¿Le importaría que hubiera cambiado mi vida por veinte millones de pesos y los votos de un ext
corazón dolía más. Sabía a dónde iba: de vuelta a la habitación vacía en la hacienda que compartía con él, para empac

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