Camila
torbellino de caras nuevas, reglas nuevas y una opulencia sofocante que se sentía ajena a mis manos endurecidas por la calle. Él
sdén. Su madre, la matriarca de la familia, se había burlado abiertamente, sus ojos recorriendo mi ropa sencilla, u
dicho en serio, por un tiempo. Había una fiereza protectora en sus ojos que me hacía creerle cada vez que rechazaba otra reunión arreglada o ignoraba otro evento social diseñado para empareja
apareci
a que los míos, tenían una vulnerabilidad que cautivaba a todos. Pero cuando nuestras miradas se encontraron a través de la habitación llen
ueña mano agarrando el dedo de una mujer elegante, sus ojos grandes y esperanzados. Yo había sonreído, una sonrisa falsa y frágil, y le había dicho que todo estaría bien,
esfuerzo por la alta sociedad. No me reconoció, ni siquiera un destello de recuerdo en sus ojos. Fue una herida nueva, pero una que esperaba. ¿Có
por ella, no realmente. Sino por el fantasma d
e sonrisa jugaba en sus labios, un nuevo tipo de calidez en sus ojos. Era una calidez que
vez sólidas como la roca, se convirtieron en arenas movedizas. "Tengo algo importante qu
ina en el jardín, sus cabezas juntas, su delicada mano descansando en su brazo. Una cena tranquila en
endurecido, pero el poder había ablandado su determinación, desdibujado sus lealtades. Ya no era el chic
ra anhelaba, un mundo al que nunca podría pertenecer de verdad. Daniela, con sus modales pulidos y su padre senador, era el
abía lo que tenía que hacer. Tenía que irme. Necesitaba desaparecer, no solo por mí, sino por ella, por Daniela. Era la única forma en que él p
a habitual actividad bulliciosa del personal parecía amplificada, una sinfo
r Braulio... le d
rita Daniela! ¡De un at
una escena de caos controlado. Hombres de traje con armas corrían de un lado a otro, sus rostros grabados con furia. Y allí, en una cama improvisada, yacía Brauli
do crudo y primario. Pasé junto a
bala... está alojada profundamente. Hay que sacarla de
niela, luego al médico. "Sin sedantes. Solo... hágalo. Necesito saber... Dan
guntando por ella. No por él mismo, no por el dolor insop
a, no hace mucho, en que un simple rasguño en mi brazo lo habría puesto en un frenesí de preocupación. Se preocupaba por mí, sus ojos llenos de una ternura que ahora
mandíbula de Braulio se tensó. Un grito agudo y gutural escapó de sus
r el aliento, susurró de nuevo: "D
olinó en los bordes de mi visión. Braulio, con el rostro contraído por el dolor, finalmente sucumbió a la i

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