Camila
Pero fue un gesto hueco, una actuación por el bien de las apariencias. Me preguntó a dónde
a palabra sabiendo a
s imaginarias. Pasamos junto a boutiques con nombres que no podía pronunciar, joyas relucientes y coches importados. Solíamos pegar nuestras caras a los esca
íbula tensarse, su mirada deteniéndose en una mujer con cabello oscuro y suelto, sorprendentemente similar al de Daniela. Su
un dolor familiar, uno al que me había acostumbrado
on un amor intacto. Éramos nosotros, una vez. Era un espejo que reflejaba una vida que había perdido, un amor que se había co
enas un susurro. La farsa era demas
luego, rápidamente, alivio. "Por supuesto, Camila. Lo que des
co rasgó el aire. "¡Señor Braulio! ¡Una desgraci
ojos, hace solo unos momentos distantes, ahora estaban abiertos de puro terr
estado es crítico!", tartamudeó el gu
orta lo que cueste, o lo que se necesite!", rugió Braulio, su
ediente muy específico. Una transfusión de sangre directa de un individuo con un tipo
una esperanza desesperada, se clavaron en los míos. Una premoni
se tipo de sangre?". La pregunta quedó suspendida en e

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