ana
he se reflejaba en el suero intra
las enfermeras, el gemido ocasional de un paciente, el tic-tac de un reloj que mar
de la ventana. Afuera, la ciudad seguía su ritmo, ajena a la torme
aron a mis oídos. Eran las enfermeras, hablando
. "El señor Don Leopoldo tuvo u
"Sí, lo escuché. Dicen que por culpa de esa.
on lentamente. ¿Fa
"le revelaron algunos secretos sucios sobre ella. La forma en que o
jadeo. "¡No me digas que ell
o la primera. "Información que llevó al ataque donde la madre de la señora Silvana mur
iana al teléfono, su rápid
abuelo de Fabiana. Su ambición er
orquestado mi matrimonio, había descubierto la t
a furia en el rostro de Fabiana. Su g
iempre distorsionaba la verdad para su beneficio. Estaba segura de que
de que me desplomara. Después de que Fabiana me abofeteara, él no estaba allí. Estaba con el
ya era su amante. Ella, la socialité ambiciosa, había visto en mi
l de la familia Serrano, una pieza clave que mantenía el corporativo funcionan
dora de eventos, la encargada de las relaciones públicas. Mi puesto, según escuché, lo hab
r supuesto. Ese collar era para Fabiana. Lo había visto en las redes sociales, Fabiana luciendo la joya, posan
ía sido vendida durante un tiempo difícil. Había trabajado incansablemente para conseguir los fondos
su boda," le había dicho mi abuela a mi madre. Pero Hugo lo había regalado como si nada. Mi madre nun
res que Fabiana había enviado. Los hombr
o, besándose, mientras yo estaba en casa, lidiando con el dolor y la humillación. La gente comenta
a de sus fotos, con Hugo mirándola con adoración. "Algunos son ciegos por ele
icho que yo era el amor de su vida, que éramos almas gemelas. Me había prometido un futuro bril
se fue, y él se dejó llevar por la novedad, la emoción de la aventura. Yo, la esposa fiel, me c
abía soñado con recuperar. Ella había muerto
ación y placer... Me di cuenta de que él nunca cambiaría. Los patr
i su último video, el que había publicado hace unas horas. Era un video de ella
s. La mayoría eran felicitaciones. Pero vi un peque
endente: "Espero que ese collar te traiga tanta felicidad como le trajo tri
enta. Cerré los ojos. No había ninguna emoción en mí. Solo u
Su foto apareció en la pantalla, su rostro enojado. Lo ignoré. Vo
era un rugido, llena de una furia que rara vez había escuc
ía miedo en mí. Solo un vacío. "No estoy tratand
terado de la mentira! ¡Estás arruinando mi vida!" Su voz era
Hugo," dije. "Tú la arruinas
arte. Sabía que no esperaba eso. Nunca
mi voz aún firme. "Ya no
Soy tu esposo!" Su voz era un
. "Quiero el divorcio. Y a
ono. Y lo bloqu
ha. Mañana. Era el día de la lectura del testamento de mi madre
tación. "Necesito salir de aquí
eñora Cruz, su estado es delicado
una orden. Soy mayor de edad y me responsabilizo de m
señora. Le prepararé los papeles. Per
" le dije. "P
ue me había ayudado a procesar la muerte de mi madre y mi bebé, me entregó una
azos. El peso de una vida terminada y otra que debía comenzar. Era el peso de mi libe
despedí de la enfermera, que me observó con una mezcla de
or primera vez en mucho
en par. La vi. Fabiana. Estaba sentada en el sofá con Hugo, sus cabezas
os. Fabiana, al verme, se separó de él como un resorte, alisándose el vestido. Su labial estaba corrido, su cabello
lo una profunda indiferencia. Era como ver una
rostro una máscara de piedra. No los mir
de Hugo era áspera,
no me detuve. Subí las escaleras, mis pasos firmes, decididos. Entré en
No había mucho. La mayoría de mis pertenencias eran regalos de Hug
s pocas cosas que realmente eran mías. Cada artículo que metía en mi
biana ya no estaba. Hugo estaba solo en el salón, bebiendo. Su cab
a. La luz tenue de la habitación no permitía ver bien
tintineo del hielo en su vaso. Había una mezcla de sorpr
, mi voz caren
eció, un atisbo de la viej
dar más detalles. No
ñicos, esparciendo esquirlas por la alfombra. Se levantó, el
áticos. Su aliento olía a whisky, un he
na fuerza brutal, sus dedos apretando mi piel. "¡No puedes dejarme!
o me moví. Sentía el dolor físi
poldo en el hospital por tu culpa! ¡Estás destroz
ándolo fijamente, sin parpadear. "Es
e has querido mi atención. Siempre has sido una... ¡una arrastrada!" Su voz e
atención, ¿verdad? ¡Te daré atención! ¡Te daré lo que tanto anhelas!" Sus manos se m
ron bajo su fuerza bruta. "¡Hugo, estás borracho! ¡No sabes lo q
ra un rugido salvaje. "¡Sé que te quier
iensa en lo que perdimos!" Grité, desesperada, inte
bía convertido en una bestia. Me arrojó sobre la cama, la cabeza golpeó cont
estrelló contra mi hombro, no en un beso, sino en una mordida salvaje. Sentí e
ra. Pero lo hizo. Lo empujé con tanta fuerza que se cayó de la cama
golpe que me había dado Fabiana. Su cabeza se giró,
vez, no era solo alcohol. Era algo más. Una energía oscura, una rabia pri
pudo soportar más. Me tambaleé, mi cabeza palpitaba por el gol
n gruñido, su rostro una máscara de fur
explicarle, pero mi cuerpo me trai
e escuché fue un grito ahogado, mi propio gr
.
lo. Me dolía la cabeza, una punzada constante detrás de mis ojos. Lentamente, abrí los pá

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