ana
Las reconocí. Eran las de Hugo y Don Leopoldo. Me dolía
ama. Su rostro era una mezcla de furia y preocupación. Hugo estaba de pie,
n suspiro de alivio escapó de sus labios. Era casi im
Hugo era áspera, llena de resentimiento. "¡Ella es la cu
"¡Cállate, Hugo! ¡No sabes de lo que hablas!" Su voz temblaba de ira. "Silvana
ilvana solo está intentando destruirme, como
bil, pero firme. Los dos hom
Leopoldo se inclinó, su
terrumpí. "Nada de lo
ión en sus ojos. Se enderezó, su ira se dirigió nuev
, frustrado, golpeando la pared. "¡
dijo Don Leopoldo, su voz baja y llena de reproche. "Y tú, con
. Ella está despierta, así que mi trabajo aquí ha terminado." Sus oj
vuelta p
elo con su bastón. "¡No eres más que una bestia! ¡Un salvaje! Maña
puerta se cerró con un golpe seco. Don Leopoldo suspiró profundamen
de cuero. "Aquí está," dijo, su voz apenas un susurro. "El t
la carpeta. La tomé con
n el que se estaba convirtiendo Hugo." Sacudió la cabeza. "Fallé. Fallé como padre, y fallé como abuelo. Fui un tonto a
conmovieron. Por primera vez, vi al hombre detrás del p
hijo, Silvana. Tu sangre. Sé que es un pedido egoísta, pe
pieron el corazón. El viejo, encorvado por la pena,
oldo," respon
l cementerio. Un pequeño ataúd blanco, más pequeño de lo que debería ser,
ía conocido el mundo. Para mi hijo, mi pequeño. No pude evitar un escalofrío. N
por la inocencia perdida, por la vida que nunca sería. Pero no había remordimiento. Solo la
queño ataúd. Un símbolo de pureza,
. "Descansa en paz. Donde
darme en ese infierno. Había pagado mi deuda. Había amado a Hugo con toda mi alma, había so
olsillo. Era una notificación. Fabiana había publicado un
ía usado en su último encuentro con Don Leopoldo. Fabiana,
Leopoldo se recupera. Y Hugo y yo... ¡más unid
Hugo me eligió a mí. Siempre a mí. Y anoche, mientras tú estabas inconsciente, é
al, con el rostro pálido y los ojos cerrados. Y a mi lado, Hugo y Fabiana, abrazados y
. Solo un cli
sin una explicación. El video, la foto, el mensaje de Fabiana. Era la prue
anza de matrimonio, el anillo de compromiso, el reloj de oro que Don Leopoldo me había
urna de mi mad
la fría superficie de la urna. "Adiós, mi pequ
ía lágrimas, no había despedidas. Solo el
.
tarde, tambaleándose ligeramente, el olor a alcohol impregnando su ropa. La
es vestidos de negro, con cintas blancas prendidas en sus sol
por la bebida. "¿Qué... qué está pasando aqu
Solo el silencio,
la frente, un nudo de preocupación y confusión formándose en su es
. Su rostro estaba pálido, sus ojos inyectados en sangre. En su mano t
ada por el dolor. "¡Silvana se ha ido! ¡Se lle
ando su bruma alcohólica. Las palabras
Hoy era el entierro de nuestro nieto! ¡Tu hijo,
plotó en un torrente de reproches. Don Leopoldo se derrumbó

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