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rdí al bebé que esperaba. Creí que al fin sería libre
que se refugió en los brazos de su amante, Fab
la me envió un video íntimo c
o, Don Leopoldo, al enterarse de la verd
amilia Serrano derrumbado, las cadenas que me ataban a es
o, destrozado, me
me di la vuelta, lista para recla
ítu
ana
smo ataque. Ahora, mientras mi cuerpo se recupera, solo me queda una verdad: l
un techo lujoso, no como los que solía ver en la mansión
o constante de un monitor que seguía el ritmo de mi corazón. Mi corazón,
. Una maceta con una orquídea so
el todo, pero que me recordaba a la vida que había dejado atrás. Una vid
agudo de todo lo que había sucedido. Pero el dolor emocional, ese q
y endurecida. Me sentía vacía, sí, pero esa vacuidad
lla, la única razón por la que soportaba a Hugo Serrano y su mundo de aparienci
e mí, arrancada brutalmente. Pero incluso esa pérdida inmensa, en este momento, no me encadenaba. Me l
a mi teléfono. Una vibración insistente contra la mesita. Lo
tomé. Era un número desconocido. Dudé. Quizás era del h
ra aguda, familiar, y rebosaba un odio que conocía demasiado bien. Fabiana
ó plana, sin emoción. Me sorprendió
caos que has causado?" Su risa era falsa, estridente, como vidrios rotos. "Don
ue sentía en mi abdomen, invisible para ella, pero tan
n su voz era palpable. "No creas que no sé lo que hiciste. Sabes que a Hugo
No había energía en mí para discutir. No había
ataque por tu culpa, ¿sabes? Su corazón no es de hierro." La voz de Fabiana b
dad?" La miré fijamente, aunque ella no podía verme. "No me imp
certada por mi reacción. No esperaba esta frialdad. Ni yo misma l
" Su voz era una mezcl
s, Fabiana. De los tuyos, de los de Hugo, de
r! Eres una don nadi
s derecho a ser una mártir? ¡Ja! Ni siquiera lo conociste,
ueño... el nuevo bebé de Hugo... sí, el que yo le
da como siempre. Estaba tratando de romperme, de encontrar e
Fabiana, su voz ahora llena de una complacencia cruel. "Me ama a mí. Me quiere a m
sarcasmo. Era una declaración de he
sonó genuinamente perpleja. "Pensé que te pondrías histérica
admití. "P
l poder de hacer de tu vida un infierno. No te librarás tan fácilmen
vó, volviéndose una amenaza abierta. "Tu sufrimien
de alta sociedad. Las portadas de revistas, las fotos, los chismes. Mi corazón se encogía un poco más cada vez. M
des. Fabiana se había encargado de que me viera como la loca celosa. Hug
onreír. Que si no era feliz, podía irse.
rlona cuando la humill
o bailó con Fabiana toda la noche, ignorándome por completo, mi
na sonrisa hueca, e
el amor que alguna vez sentí. Pero cada inten
erta. Mi hijo, también. E
que me ataba a este tormento había desapare
ero firme. "Y con ellos, todo lo que me ataba a la familia Serrano. No t
Fabiana no entendí
labras saliendo fácil, sin esfuerzo.
esonó en la habitación silenciosa. Un eco final para una
los arreglos para el entierro de mi madre. Y el de mi bebé." Mi voz era clara
ímetro se detuvo frente
que me acompañaba, pero por primera vez e
pedrado. El sol de la tarde se filtraba entre los á
mi jaula, ahora parecía un
umbral de la puerta p
do de seda, su cabello rub
sonrisa de superioridad, ahora estab
o de entre los muertos," dijo, cruzá
con una claridad brutal, la misma que había usado para co
erpo demacrado por el aborto y la enfermedad. "Más delgada que
s contenta," respondí,
eh? La verdad es que me encanta verte así, tan... rota." Se acercó más, su voz bajando a un susurro cruel que solo yo podí
emos a la tuya. La qu
traron con los su
habitación de invitados para el nuevo personal. Necesitaremos más gente con la ll
biana se deleitaba con el silencio, esperando una re
verlo." Se acercó, su aliento dulce y pesado, y pasó una mano por mi mejilla, con una crue
eraba que su humillación fuera mi castigo. Pero yo solo sentí... nada.
a con un movimiento impaciente de su vestido. "En fin," dij
Dijo que quería tenerlo cerca." Las palabras salieron
ión de anticipación. Su sonrisa se desvaneció un instante después. Su piel se puso pálida y sus oj
levantó la mano y me abofeteó con una fuerza brutal.
a punzada de dolor a través de mi mejilla, pero no la sentí compl
, la cara contorsionada por la rabia. "¡Por tu culpa todo
ojos llenos de preocupación. "¡Señorita Fabiana, por favor! La
s en mí, llenos de un odio irracional. "¡Es tu maldi
luego se dio la vuelta, el vestido de seda ondeando a su p
si es que la había, era para otra persona. Para l
isteza profunda, pero mi rostro permanecía impasible. No sentía nada
ra marchado hace mucho tiempo, dejando solo la cá
n y la pérdida. Los golpes de la vida, uno tras otro, habían erosio
inito. Eso era lo que
indiferencia. La única victoria que anhelaba era la de mi propia paz. Y para eso, necesitaba desaparecer. Llevarme la
compasión, me preguntó, "Señora Silvana, ¿e
Pero era un dolor distante, como si le estuviera sucediendo a otra persona. Mi mente estaba e
Fabiana había ganado la batalla por la atención de Hugo, por el glamour, por el esta
uien, supongo que a un médico. Me dejé caer en el sofá más cercano, cerrando los ojos
na, sin el apellido Serrano, sin el peso de un pasado que me había ahogado. Quería la pa
se acercaban. Un médico, supongo. Sent
o una voz masculina, suave pero f
mí ahora. Quería esa paz más que a la vida misma. Más que al recuerdo d

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