ista de An
sencia silenciosa y sombría en nuestro hogar que se desmoronaba, como si mis palabras
s llamadas telefónicas.
e veneno, raspaba contra mis nervios en carne viva-. ¿Estás loca? ¡Carlos es un
eléfono con
Y perdí al bebé
o-. ¡Pero un esposo como Carlos? ¡Nunca! Si te divorcias de él, te juro por Dios, Andrea,
intervino con su habi
ensa en nosotros. Piensa en nuest
labios. No intervino. No me defendió. Simplemente dejó que mis padres me hicieran peda
os en la parte trasera del elegante auto negro de Carlos. Él había insistido en llevarnos a casa, y Karla, siempre pragmática, había acepta
padres como los míos. No lo habrían "dejado así". Habrían hecho de m
stigiosa firma de diseño de interiores que construí desde cero. Nunca fue suficiente. Solo Carlos, su riqueza, su estatus, parecía
amargas-. Antes de la boda. Dijo que había encontrado a su alma
se b
ran trab
arnos. Había llegado tarde a casa de un proyecto, exhausta. Carlos ya
. No es atractivo. -Las palabras se habían sentido como hielo en mis venas, frías y cortantes, un
calidez del auto. El aire acondicionado estaba a
hacia la acera, la preocupación grabada en sus rasgos. Se estiró hacia atrás,
fugaz, creer en la ilusión de cuidado. Pero la nueva Andrea, la forjada en
mí, sus ojos llenos de lo que parecían lágrimas. "Andrea, eres mi todo. No puedo vivir sin ti. Te apreciaré por siempre". E
te pensaste que estaría con una sola mujer, cuando el mundo está a mis pies? Eres aburrida. E
ruscamente, rompi
Carlos. Sol
e. Un destello de algo, decepción tal vez, cruzó su rostro an
s de un día largo -dijo, su voz más suave, casi
ado echando humo en
recuerdo que recordaras mucho más sobre Andrea c
sus nudillos blancos. Miró por el espejo retrovisor, sus ojos encontrándose con l
consola. Miró la pantalla y su rostr
poniéndolo
toy ocupado. -Su voz e
ientas, Carlos! ¡Sé que estás con Andrea! ¡Los vi! ¿Cómo te atreves a dejarme sola después de lo que hemos pasado? ¿Estás tratando
escalofriante de mi propio hijo perdido. Él la estaba sometiendo a tratamientos de fertil
ados, sus acusaciones pintando una imag
do de rabia-. ¡Todavía la quieres! ¡Vi la forma en que la mirabas! ¡
a fachada cuidadosamente construida del esposo devoto, desmoronándose bajo el peso de su propia creación. El son
a mirar atrás. Él había tendido su cama, y ahora tenía que acostarse en ella. Pero sus palabras,

GOOGLE PLAY