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dos de la Torre Cruz, brillaba con la
a y dos años, fundador de Vanguard Tech, portada de la revista Forbes por segundo año consecutivo y, lo más importante, un hombre perdidamente enamo
mo, con una sonrisa estúpida que no
ana por la mañana. Pero Damián había movido cielo, tierra y dos jets privados para llegar doce horas antes. Era su tercer aniversario. Quería ver la cara de Sofía
es de la ciudad que se filtraban a través de los ventanales de piso a techo. Había
ndo hacer ruido. Caminó sobre la alfombra persa, aflojá
urró, pero na
o, a medio terminar, reposaba sobre la mesa de centro de cristal. Al lado, otra copa. Vacía. Y
ero y mano derecha, era su hermano en todo menos en sangre. Se conocían desde que compartían fideos instantáneos e
abía a
cuero blanco. Damián se detuvo. Conocía esa chaqueta. Él mismo se la había regal
cerebro racional intentó silenciar de inmediato. «Están celebrando el cierre d
casa no se sentía festi
cutiendo estrategias de negocio. Era una risa. La risa de Sofía. Una risa suave, gutural, íntima. Esa risa que él creía que
gundo. La caja de terciopelo en su bolsillo
rta de roble
seda egipcia, las que habían comprado juntos en su luna de miel, estaban enredadas en el
desnudos. Y Claudio. Su mejor amigo. Su socio. El padrino de su boda. Claudio estaba s
s oídos de Damián fue ensordecedor, como si el c
-La voz le salió
na, sus ojos azules muy abiertos, no con arrepentimiento, sino con el terror de haber sido descubierta antes d
ración aún agitada-. Llegaste tempr
e faltaba el aire. Miró a su esposa, busc
a? -su
fue más doloroso que si le hubier
orosa pero fría-. Sabías que esto no funcionaba. Siempre estás viaja
a hervir bajo el shock-. ¡Te acabo de comprar un jodido d
los pantalones con una indiferencia insultante-. Siempre has sido el genio, el visionario, el
do los puños hasta que los nudillos se p
detuvo a unos metros, con una sonrisa torcida-. Pero no te preo
tensa del apartamento. No sonaban lejos, en la calle. S
acia la puert
policía? -preg
revisando la hora en su reloj de oro-. Tienen una orden de arresto, Damián. Fraude masivo. Des
incapaz de proc
ás hablando?
ano buscó la de él, entrelazando sus dedos. Esa imagen terminó de romper a Damián-. Están a tu nombre, cariño. Tus firmas digitales están en todas las tran
audio había tenido últimamente. Los documentos que le había hecho firmar apresuradamente ent
una noche. Había sido una ejec
prensión cayendo sobre él como una losa
os -dijo Claudio, encogiéndose de h
licía entraron con las armas desenfundadas, seguidos por dos detect
uno de ellos-. ¡Mano
la cabeza en el hombro de Claudio, interpretando el papel de la esposa devastada por los crímenes de
nó el oficial, em
al apretándose alrededor de sus muñecas. El dolor físico fue ag
ra sacarlo de su propio hogar, Damián
acia Damián, una despedida burlona al hombre que había sido. Sofía ni siquiera lo miró; ya estaba revisando su te
puerta del edificio, cegándolo. Claudio también había llamado a la prensa. Q
trulla, sintiendo cómo las lágrimas de rabia e impotenc
patrulla policial, con su vida hecha pedazo
omenzó a tomar forma, fría y dura como el acero. No volvería a se
Sofía desearían habe

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