años d
izás era el sabor del miedo lo que impre
centímetros que no podía permitirse reemplazar, organizando la "Gala de la Innovación" de Vanguard Tech. Innovación. La palabra le parecía un chiste cruel. La única innov
cortó el murmullo de la
iencia neutra antes de girarse. Sofía Vega, vestida con un diseño exclusivo de Versace qu
acercándose rápidamente-
vacía con una uña man
dando como un cerdo en el escenario y necesito que esto parezca una celebraci
ubrías las facturas del tratamiento de diálisis de su madre, razón por la cual
ato, señora -respondi
asiado amplia, demasiado desesperada. Estaba hablando sobre el "futuro brillante" de la compañía, pero todos en la sala -inversores, prensa y competidores- sabía
anjeras llamado Blackwood Holdings. Nadie sabía quién estaba detrás, solo que tenían capital ilimitado y una reputación
Claudio y Sofía eran como termitas; habían devorado la estructura sólida que el fundador original -aquel tal Damián
l aire en el
de trescientas personas se apagó como si alguien hubiera bajado
entrada principal, co
r. Y allí, recortado contra la luz del vestíbulo, había u
ida que se ajustaba a unos hombros anchos y poderosos, muy diferentes a los trajes holgado
que había silenciado
peligroso. Una cicatriz fina y pálida cruzaba su ceja izquierda, rompiendo la simetría de un rostro que, de otro modo, habría sid
kwood habí
derosos antes, pero este hombre emanaba algo diferente. No proyectaba dinero; proyectab
es casi tropezando, secándose el sudor de la frente con un pañuelo, y corrió hacia el recién llegado con Sofía
n entusiasmo nervioso-. Es... es un honor. No sabíamos si s
o. El silencio se alargó hasta volverse incómodo, doloroso. Elena contuvo la re
iturada bajo una bota pesada. Tenía un acento indescifrable, una mezcla de
ecorrió la sala. La son
benéfica, señor Blackwo
tengan que declararse en bancarrota mañana por la mañana -interrumpió Dante, sin
ino, desplegando todo su encanto ensayado. Dio un paso adel
calibre, aquí. -Lo miró a los ojos, coqueteando descaradamente-. Me resu
ambió, pero sus ojos destellaron con algo que parecía odio puro, tan inte
to suave pero firme, como si el contacto le repugnara-. Y le aseguro que si nos
ndida por el rechazo
la como si buscara algo-. No he venido a beber champán barato ni a sociali
ideció-. Pero... la g
accidente, en Elena, que seguía parada cerca de la
ipo habitual. Había cálculo. Era como si él estuviera resolviendo una ecuación matemática compleja y ella fuera una variable inesperada. Elena quiso apartar la
tan rápido como lo había inici
gestión creativa -dijo Dante, con una mueca de asco-. No quiero tratar con usted directamen
Sus vicepresidentes estaban borrachos o
chasqueando los dedos c
. «No, por fav
í. Inmed
mirada pesada y ardiente de Dante Blackwood. Cuando llegó junto a ellos, se sintió minúscula al lado de la imp
laudio, empujándola ligeramente hacia adelante-. Conoce la agenda, lo
pudo ver que la cicatriz en su ceja continuaba
l nombre en su lengua. Sonó
iedo, aunque le temblaban las rodillas. Había lidiado con cobradores de de
chispa de interés, o quizás de diver
seguridad del servidor pri
ndió ella
as personales y a los regis
efe, al hombre que le negaba los aumentos mientras gastaba miles en cenas, al hombre que l
odo, señor -dijo
. Fue la sonrisa de un depredador que a
se giró hacia Clau
? -parpade
erá ante mí. Y si descubro que usted intenta darle una sola orden, o si intenta ocultarme algo que ella sep
Sofía miraba a Elena con un odio r
vista. Su voz bajó una octava, volviéndose un susurro íntimo y aterrador solo para ella-. Vámonos, Elena. Tenemos mucho
ntiguos jefes. Su corazón latía desbocado. Sabía que estaba haciendo u
eñor Blackwo
intió, s
ra. No eres camarera. A partir de hoy,
o seguiría. Y Elena, dejando la hielera caer sobre la alfombra inmaculada con un golpe sordo,

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