/0/21346/coverbig.jpg?v=43f53cea3f06525ce758e4ac012ff387)
elada cajuela de la camioneta porque
minas" que ella me dio, mientras ello
do que Atlas se dio cuenta de que acababa de m
un accidente automovilístico que
odió p
atia, me alimentara con altas dosis de pastilla
rió la verdad, el mundo
nunca había estado e
a, ejecutó a Katia con sus propias manos
muerte sería
trarme en el otro lado
scó al mío, suplicando perdón, no sen
entí
urré, viendo cómo su
in soy
ítu
tera enviaba una nueva ola de agonía a través de mi vientre, haciendo que mi cabeza palpitara con fuerza. Apreté los ojo
nes de metal frío que me aplastaban. Mi voz era pequeña, ahogada, tragada
chó. Nunca
y helado, incluso más frío que el aire de la montaña afuera. Odiaba la oscuridad. Hacía que
e impaciente. Me cortó más profundo que el aire helado de aquí adentro
que hacía vibrar el auto. Era su manera de decirme que desapareciera
Un líquido tibio y pegajoso se extendía entre mis piernas. Olía a cobre, como las monedas
i pecho palpitante. Mamá me lo había dado. "Sé una buena niña, Elisa", me había dicho, juso Atlas nunca me amó. Ni siquiera me mir
itos horribles. Recordaba sacar a Atlas, con su cara pálida y quieta. Luego, todo se volvió negro. Cuando desperté, el mundo era diferente. Los coa hizo que pagaran. Hizo que Atlas se casara conmigo. Se suponía que eso me manten
ía oscuridad. Traté de hacerme bolita, de hacerme más pequeña, para hacer que el dolor fuera más
que me acariciara el cabello y me dijera que todo estaría b
y punzante atravesó mi cabeza. El mundo se inclinó, luego giró. Mi respiración se atoró en mi
radas a mi estómago, una mancha oscura extendiéndose en mis jeans. Mis ojos estaban
n, hacia la cabina principal. Atlas se reía, con la cabeza echada hacia atrás. Katia estab
n la voz goteando satisfacción-. Te d
ue solía hacer que mi corazón aleteara, hace mucho ti
de Katia-. Siempre haciendo una
rg
confinado, rebotando en el equi
uave y llena de algo que
estará fuera de nuestras vidas para siempre. Entonces po
bebé de Katia. Era mi bebé también. O lo habría sido. Si Katia no me hubiera forzado a tragar esas pequeñas pastillas blancas, diciéndome q
a en silencio.
lor se había ido. El frío se había ido. Solo quedaba una l
Las luces brillantes de una imponente cabaña resplandecían contra las montañas nevadas
os iluminados por la emoción de la llegada. Katia se est
cariño -arrul
mioneta-. ¿Alguien vio a Elisa? Probablemente está hacien
s ojos duros. Tenía una sonrisa tensa y desagradable. Parecía problemas, del tipo sobre el que Mamá siempre me advertía
los... arreglos. La clínica la está esperando. Están
ro, con un brillo tr
para tener finalmente algo d
e Atlas s
e la cuiden, no solo que la tiren por ahí. -Incluso en esto, su preocupación era menos p
na risita se
privado. Ella estará... cómoda. Y fuer
más a Atlas, aca
estará bien. Ella siempre encuentra la manera de estar
n un toque de irr
ás sobre ella. -Miró hacia la parte trasera del vehículo, su mirada atravesando justo donde
vivos, ya estaban planeando borrarme. Atlas, Katia, Toro. Todos estaban involucrados, a su manera. Mi súplica silenciosa, mi último aliento, ha
in vida, todavía escondido entre el equipo de esquí olvidado y el

GOOGLE PLAY