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calor de la multitud que la aclamaba como si fuese un mito viviente. Allí, en la oscuridad iluminada por luces de neón y faros clandestinos, ella no era la universitaria ejemplar ni la hija
sas que atraían a todos los curiosos y fanáticos de la ciudad. Roma se ajustó el cinturón, luego dejó que su melena azabache cayera por su espalda d
te se sentía fuera de sitio, arrastrado por su hermano y su mejor amigo a un mundo que no entendía. Demasiado disciplinado, demasiado correcto para mezclarse con ese caos
quiera cuando su mejor amigo le
s hombres más duros se arrodillan ante ella, pero no les hace
con frialdad, como si esas palabras pudieran bl
ara despertar su instinto más peligroso: la necesidad de probarle al mundo, y a él, que nadie la
tipo. Sin embargo, si vas a estar en est
oria de la carrera y el caos se desató. Gritos, motores encendidos, neumáticos derrapando en el asfalto, además del hermano de Magnus empujándolo hacia el
, con Magnus aferrándose al asiento, reprochándole
no has v
recuerdo de un cuerpo ardiente: un destino compartido. Hijos, secretos, obsesiones. Una historia marcada
adrugada, sino que se clavan para siempre en

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