- La reina
ada, disciplinada, que dedicaba sus noches a estudiar, preparar exámenes y repasar apuntes. Ella era inteligente sin necesidad de estudiar mucho, lo que hacía que nunca sospecharan de
a letal, sus maniobras imposibles de imitar, y su temple al volante había hecho que más de un contrincante se
a carrera del verano, la más
remallera de su mochila- Esta noche me quedo en casa de Cr
atisfecho. Roma ocultó la sonrisa traviesa que amenazaba con delatarla. Mentirles se había vuelt
el punto de siempre. Su mejor amiga llevaba el cabello recogido en u
istal con ese brillo cómplice en los ojos, mi
misma, con esa mezcla de arrogancia
stó, y ambas rieron mientras emp
sueño imposible. Las luces del garaje se reflejaban en la carrocería como si fuera un espejo, y cada línea del vehículo era pura agresividad. Paraó Cristal con una sonrisa de admirac
ma, acariciando el capó con una devoción casi religiosa -
metálico, apareció con las manos manchadas de grasa y el ceño fruncido como siempre. Era un hombre may
niño otra vez? - refunfuñó, li
ertía al saber que su auto era
. No lo subestimes. Al menos e
rtida, soltó
do te mueres de orgullo cada vez que Roma ar
brazos, pero una chispa de
empre se lo dije a tu abuelo. Algún día esa manía de correr
so sonoro en la mejilla y le revo
za, y lo sabes. Ustedes me enseñaron bi
edad, pero no pudo evitar sonreír s
que cambie de opinión y
su propia moto, mientras Roma se sentaba al volante de su Huracán. El rugido del
s de dejar la moto y robarte el coche - dijo
inseparables -contestó Roma, con un
nte, observando cómo el humo e
a, niña. Te conoce
sabía que él tenía razón. Ese co
la reina del asf
sus labios se curvaron
o corro para ganar... corro para re
asi animal. A su lado, Cristal rodaba sobre dos ruedas, igual de desafiante, igual de adicta a la adrenalina y en algún rincón de la ciudad, entre las luces de neón y la multitud ansiosa por presenciar la carrera. Aguardaban d
ía sería mucho más que una corona: sería un hombre marcado por s

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