as y rotas. "Lo... lo siento". Mi voz era apenas un susurro, un fantasma de soni
ró desde arriba, sus ojos desprovistos de cualquier dolor real, solo una escalofriante satisfacción. "Está bien, Lena",
Retrocedí, apartando la cabeza bruscamente. N
su rostro todavía grabado con ira, su brazo todavía protectoramente envuelto alrededor de Aleja
as púas perforando mi ya destrozado corazón. Corrí hasta que mis pulmones ardieron, hasta que el campamento se desvane
garrándome. Mi teléfono vibró en mi bolsillo. Mis padres. Mi único consuelo. Escribí un me
etumbó en la distancia, un gruñido bajo y ominoso. El pánico se apoderó de mí. Estaba sola. En lo profundo de un bosque desconocido, con una tormenta gestándose,
mente acelerada. Tenía que
eciente. El trueno se hizo más fuerte, más cercano. La lluvia comenzó a
y Alejandra estaban de pie cerca de la cabaña principal, acurrucados bajo un peque
or la frustración, al verme. "¡Estaba muerto de
né, la lluvia pegando mi cabello a mi cara. Mi vo
e al bosque, en una tormenta, por tus aparatos
voz ganando un filo desesperado. "Los
dose. "¡Tienes diecisiete años! No puedes simplemente salir
bras arrancándose de mi garganta, crudas y dolo
ocupado por ti! ¡Igual que estoy preocupado por Alex! ¿Crees
s cosas que había escuchado ayer. Me golp
lejandra, aferrándose a su brazo, temblando dra
sus ojos todavía estaban en mí, lleno
rededor parecía reflejar la tempestad en mi corazón. Los tres estábamos allí, empapados
do agudo, tropezó hacia atrás, arrastrando a Javier con ella. Su pie resbaló en el suelo resbaladizo y fangoso. Extendí la mano instintiv
áspera rasgando mi piel. Un dolor agudo me atravesó la cabeza al golpear algo duro. Mi visión nadó. Y entonces, el mundo se quedó en sil
evo. En la oscuridad, en la tormenta, en el silencio. Era
ía oírla. No podía oír nada. El aterrador silencio me pre
mirando hacia abajo, su rostro una máscara contorsionada de miedo
nos!", gritó Alejandra, su voz un movim
a hablando, gritando tal vez, pero no podía oír una sola
! ¡Por favor! ¡No otra vez!". Los ecos del accidente de coche, de ser dejada sol
stro, luego en el de Alejandra. Su m
ró una última vez, una breve y atormentada mirada, y luego se fue. Desapareciendo

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